Ampliando el debate sobre la Neutralidad en la Red (*)

De lo particular a lo general: La “Neutralidad de la Red” es aceptada casi de manera general como el gran principio rector de operación de Internet que la sustenta como una red abierta a la innovación y al emprendimiento, y que la convierte en una gran generadora de valor para la sociedad en su conjunto.

La idea de que la red debía ser “neutral” (permitir el libre flujo de contenidos dando el mismo trato a todos ellos por igual) evolucionó de lo particular a lo general. A partir de un principio técnico de diseño (el principio de “conectividad punta a punta” o “end-to-end”) hacia una doctrina que busca servir como fundamento de la política pública hacia prácticamente todos los aspectos de operación de la red (económicos, políticos y sociales).

El principio “end-to-end” fue introducido en 1981 por investigadores del MIT como una normativa de diseño para el software y los equipos que integran Internet, considerando una red que no debía ser responsable de verificar la correcta entrega de información a su destinatario (dejando tal responsabilidad a sus “puntas” o equipos y software “terminales”).

La propuesta de los autores era la de un enfoque sencillo y por lo mismo elegante para lidiar con los inevitables errores de transmisión que ocurren en cualquier red, estableciendo que  “es deseable que la operación de los protocolos de comunicación opere en las puntas terminales de la red” y “ésta – como componente intermedio – no debe tratar de ofrecer ayuda a la aplicación, pues al hacerlo sólo generaría redundancias”. El planteamiento demostraba la aplicación general de ideas que ya habían sido consideradas, entre otros, por Cerf y Kahn en la primera versión del Protocolo de Internet, publicada ocho años antes.

Teorizando sobre la Neutralidad: De acuerdo a buscador Google Scholar, existen más de 4.000 artículos académicos  que discuten el tópico “net neutrality”. A este acervo deben sumarse los muchos más artículos de opinión que se han publicado para discutir sobre el tema. Tal interés no es para menos, pues la Internet hoy ya es una infraestructura esencial para la continua operación de toda la actividad económica (tal como los son el sistema carretero, el aeroportuario o la banca) así como insumo para muchos otros bienes de altísimo valor social como el acceso a información educativa o la difusión y discusión de ideas políticas (con un rol ya tan importante como el de los medios de comunicación tradicionales).

De manera formal, podemos establecer que Internet cumple con tres características esenciales de cualquier infraestructura[1]:

  1. Es un bien que puede ser consumido simultáneamente de forma compartida por varios usuarios (“non-rival consumption”).
  2. Es un bien intermedio que crea valor social cuando es utilizado como insumo en otras actividades productivas y dicho uso es la principal fuente tanto de la demanda del bien como de sus múltiples beneficios sociales.
  3. Su uso como insumo se da para una amplia gama de bienes y servicios, incluidos los bienes privados (e.g. comercio electrónico), los bienes públicos (e.g. la educación), y / o bienes no mercadeables (e.g. la democracia).

Aceptado lo anterior, la teoría establece la necesidad de que toda infraestructura que cumpla con las características mencionadas debe ser gestionada de una forma abierta y transparente que facilite el acceso no discriminatorio, tal y como lo propone el principio de Neutralidad.

Parte esencial del debate actual sobre la Neutralidad es el cómo garantizar adecuadamente tal esquema de gestión, pues donde la infraestructura generalmente encuentra respuesta en la intervención del gobierno, en Internet se percibe que tal intervención sería contraria a su espíritu de apertura (percepción fortalecida a partir de las iniciativas de gobiernos autoritarios que defendiendo la idea de un mayo rol de supervisión, buscan reprimir el libre flujo de información y de opiniones en la Red).

Existe un elemento que dificulta el poder dar respuestas precisas a la pregunta de qué acciones serían correctas o contrarias a la defensa de principio de Neutralidad: el hecho de que no abundan los casos documentados de abusos por parte de operadores de redes y de las consecuencias negativas que éstos hayan tenido, mucho menos de que tales abusos se realicen recurrentemente generando daños que sea esencial revertir.  Es difícil que la gran cantidad de teoría vertida en torno a la Neutralidad de la Red pueda contener más sustancia ante la ausencia de un problema real e inmediato que resolver.

Así como la regulación en telecomunicaciones en todo el mundo tiene sólidos antecedentes en el análisis de lo que la autoridad en Estados Unidos tuvo que hacer para reaccionar frente a AT&T cuando buscaba  sacar del mercado a MCI, hoy la Neutralidad de la Red carece de un gran intento de abuso por parte uno o varios jugadores con poder sustancial que permita que académicos,  reguladores y otras partes interesadas tengan un acuerdo esencial sobre la mejor forma de proteger la apertura de Internet.

Ampliando el ámbito del debate: En el proceso de encumbramiento de la Neutralidad como el valor más relevante de la Red, va implícita una premisa que obstaculiza un debate completo sobre la salud del ecosistema competitivo de Internet: aquella que establece que mientras la infraestructura de red sea neutral, nada más debiera preocuparnos, especialmente respecto a lo que ocurra en los extremos terminales de la red. Esta visión parte de nuevo, de generalizar lo que era un principio puramente técnico de diseño de la Red (el “end to end”)  trasplantándolo sin mayor reflexión a ámbitos como el de la competencia económica.

Como ya se mencionó, el valor de una infraestructura está en función de su uso “como insumo en otras actividades productivas”. Un análisis desde este punto de vista, permite ver que el acceso a los recursos de la red en forma no discriminatoria (como establece la Neutralidad) no es menos importante que el acceso no discriminatorio a recursos como los son los buscadores en Internet, los espacios publicitarios disponibles en esos mismos buscadores o los recursos de cómputo remoto vía servicios “en la nube”. En todos los casos mencionados, tales recursos son utilizados como insumos para gran multiplicidad de actividades económicas y sociales, es decir, todos son infraestructura.

Y más aun, analizando los particulares, es más fácil encontrar evidencia de operadores de servicios publicitarios discriminando a terceros en beneficio de sus propios anuncios, que de ISPs acelerando la entrega de tráfico de sus propios servicios contra los de terceros usuarios de su red.

No parece entonces haber justificación para sustraer el análisis de la defensa de la Internet “como hoy la conocemos” en la forma como son gestionados los aspectos técnicos de la transmisión de contenidos. La Internet es la suma de su infraestructura y los servicios que habilita. En beneficio de las economías y la sociedad en su conjunto, debe ser defendida en su totalidad y no bajo la visión de dogmas que limiten artificialmente el ámbito del análisis.

(*) Este artículo incluye la colaboración de Carlos Silva, Analista y Académico Especializado en Telecomunicaciones  ([email protected])


[1] Brett M. Frischmann. An Economic Theory of Infrastructure and Commons Management, 89 MINN. L. REV. 917 (2005).

Economista (ITAM-London School of Economics), Director General de The Competitive Intelligence Unit (www.the-ciu.net), especializada en el análisis del mercado y la regulación de las telecomunicaciones. Además de haber trabajado en la industria de las telecomunicaciones, ha desempeñado diversos cargos académicos y en la administración pública. Autor de diversos libros, artículos, ensayos, documentos de trabajo y capítulos en libros colectivos. Líder de opinión en medios de comunicación, con presencia regular en radio, televisión y prensa escrita.

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