Google, Apple y Microsoft discriminan de muchas maneras

Muchos hablan de la neutralidad de la red, que es una de las prioridades políticas de la Unión Europea (UE). El debate sobre una Internet abierta es importante, pero la discusión, por el momento, se trata desde una única dirección. Los partidarios de la neutralidad se centran exclusivamente en los proveedores de servicios de Internet (ISP) y pasan por alto los muchos casos de discriminación a través de la cadena de valor de Internet —sistemas operativos, plataformas Web y dispositivos—.

Es un hecho, en la mayoría de los países, que los consumidores pueden elegir entre muchos proveedores de Internet que ofrecen una amplia gama de redes de acceso como DSL, cable, fibra y a través de redes inalámbricas GSM/UMTS, LTE, WiMAX y Wi-Fi. Pero cuando se trata de sistemas operativos, los consumidores tienen sólo tres opciones: Google Android, Apple iOS y Microsoft Windows. En pocas palabras, existe una dura competencia a la hora de acceder a Internet, pero en comparación no hay tanta en el software que gestiona toda la experiencia en Internet de los usuarios.

Como consumidor, una vez que se selecciona un dispositivo, el tipo de sistema operativo ya queda definido. Aparatos y sistemas operativos son dos productos distintos, pero se juntan. Esta agrupación crea un efecto cascada, conduciendo los usuarios a sitios web predefinidos, servicios y aplicaciones.

A efectos prácticos, no existe en la actualidad una experiencia en Internet sin un sistema operativo. La agrupación del sistema operativo con el dispositivo es una forma de forzar ciertos productos hacia el consumidor y sirve para restringir la libertad de innovación de los desarrolladores independientes. Debido a que cuenta con un 72 por ciento del mercado de sistemas operativos en nuevos smartphones, Google puede ejercer un poder extraordinario, coartando a sus competidores en las negociaciones con los fabricantes de dispositivos, así como restringiendo la capacidad de los desarrolladores para crear aplicaciones.

Por ejemplo, ningún desarrollador puede tener el mismo nivel de acceso a las APIs que Google. Siendo éste el caso, Google excluye la posibilidad de que cualquier desarrollador pueda crear una aplicación para competir con GMail, Google Maps o YouTube. La interfaz de dispositivo Android también discrimina, poniendo productos de Google por delante de competidores o bloqueando productos de la competencia, o ambas cosas a la vez.

La discriminación que ejercen Google, Apple y Microsoft con sus sistemas operativos es aún más granular. Los propios desarrolladores internos de aplicaciones de Google tienen acceso a herramientas e información (por ejemplo, usuario y datos de perfil) que los desarrolladores de aplicaciones externos nunca verán. Mientras que Google, Apple y Microsoft pueden promocionar su “apertura” a los desarrolladores y hablar de la boca para afuera de la economía de las aplicaciones, pero no nos equivoquemos: estas empresas se aseguran que sus propios desarrolladores tengan la sartén por el mango.

Los consumidores también se enfrentan a la discriminación de los sistemas operativos. Una vez que el usuario selecciona un sistema operativo, una reacción en cadena de decisiones se toman sin su consentimiento. Esto tiene que ver con cómo y dónde las aplicaciones aparecerán en su dispositivo, la facilidad de cambiar la configuración de la aplicación, así como la elección del propio mercado de aplicaciones. El sistema operativo puede discriminar en el mercado de aplicaciones, o tienda, dictando el modelo de negocio para los socios.

Si el usuario desea cambiar de celular (y por extensión, de sistema operativo), las aplicaciones y servicios en el teléfono viejo se vuelven inútiles. Es difícil, si no imposible, llevarlos a una nueva plataforma. Por ejemplo, si un usuario compró diez juegos para su iPhone, la inversión se perdería si se cambiara a un teléfono Android. Sin embargo, si un usuario se queda con un teléfono de Apple, puede trasladar los juegos a su nuevo dispositivo. En conjunto, Google y Apple tienen el 90 por ciento del mercado mundial de sistemas operativos de smartphones.

Imaginen que un ISP comenzara a actuar como el sistema operativo de un smartphone. El ISP insistiría en preaprobación de los sitios web y las aplicaciones que se instalan en el ordenador y el teléfono móvil. Imaginen que una gran parte de las aplicaciones descargadas sólo puedan ser compradas en mercado de las aplicaciones de los ISP y que sea el propio ISP el que dicte los términos. Imaginen entonces qué pasaría al cambiar de ISP: todas las aplicaciones que fueron compradas y descargadas serían inútiles, y se deberían comprar de nuevo bajo los términos del nuevo ISP.

Si los partidarios de la neutralidad realmente se preocupan por la discriminación, ésta se vería en toda la cadena de valor de Internet. El comportamiento de los ISPs es de poca importancia, si se compara con la potencia del dispositivo empaquetado con un sistema operativo. Los tres jugadores dominantes en el mercado de los sistemas operativos utilizan la discriminación como su modelo de negocio, encerrando a los usuarios en su plataforma, tienda y aplicaciones, a la vez que bloquean a sus competidores.

Es inútil hablar de la transparencia, el bloqueo y la discriminación en Internet si sólo vamos a aplicar reglas a los ISP, que representan sólo un agente de la cadena de valor. Es hora de que los políticos se despierten y vean que la discriminación real está ocurriendo en Internet.

Strand Consult estudia la cuestión de la discriminación más allá en su nuevo informe “La comprensión de neutralidad de la red y argumentos de las partes interesadas”. Este informe investiga los argumentos desde la perspectiva de diferentes grupos de interés. Examina la cadena de valor de Internet y muestra cómo algunos jugadores discriminan tráfico y servicios. El informe plantea cuestiones importantes que deben tenerse en cuenta para un debate justo sobre neutralidad de la red. Hay muchos jugadores que luchan contra una Internet abierta.

Roslyn investiga la economía y políticas de Internet como mecanismo para obtener importantes objetivos sociales y económicos tales como la sociedad del aprendizaje o la economía basada en el conocimiento. Roslyn trata el ecosistema de Internet desde un punto de vista holístico, cubriendo los datos, plataformas, dispositivos, redes y accionistas en la cadena de valor

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