Dicen los sabios que todo cambia, que siempre hay cambios, y este mero hecho a su vez provoca que en realidad no haya cambio alguno. Con la portabilidad numérica y la facturación por segundo tenemos la sensación de que nada cambia aunque siempre se defendió el cambio hacia sus implementaciones. Lo primero, debemos alertar que lo que sigue no es una defensa o ataque contra ninguno de los dos sistemas, sino una reflexión sobre cómo políticamente se utilizan estos dos componentes para estrategias elaboradas que se apoyan en la facilidad con la que el electorado olvida las cosas y con la que un político puede simplificarle los culpables a sus constituyentes, que quieren respuestas fáciles y sencillas a problemas difíciles y complejos.
Esta semana hemos cubierto en TeleSemana.com cómo en Argentina se abre una nueva polémica en torno a la llegada de la facturación por segundo, porque una vez más —y ya son varias— se debió o se quiso entender su implementación como un abaratamiento del precio del servicio celular, en lugar de como una reconfiguración de los precios del servicio. El diario Clarín fue justamente quien dio la voz de alerta sobre este hecho, es decir, de que los operadores habían modificado sus esquemas comerciales al verse forzados a la facturación por segundo, para no abaratar.
Esta situación se debate en Argentina cuando ya ha sucedido en otros mercados donde se llevó a cabo esta misma transición por obligación, y no porque el mercado fuese competitivo y obligara a los operadores a eliminar el redondeo. La situación es fácil de explicar, si sólo se modifica el parámetro de facturación, quedando el resto inalterado, los operadores, siguiendo una estrategia totalmente racional, buscan compensar la pérdida, estimada entre un 15 y 20 por ciento, con ajustes en el precio por segundo. Este ajuste supone no dividir el precio por minuto entre 60 y, de hacerse esta división exacta, entonces se opta por aumentar el cargo de iniciar una llamada, o una combinación entre ambas acciones.
“Es irracional que suban los precios para adecuarse a brindar un servicio que prometen”, había declarado Norberto Berner, secretario de Comunicaciones, en un comunicado, en septiembre de 2013 cuando, otra vez, el diario Clarín alertó de que los operadores planeaban subir sus precios que habían mantenido inalterados desde enero —a pesar de la inflación en ese mercado—. La Secretaría de Comunicaciones (Secom) se marcó como cruzada asegurar que los precios no subirían y que los operadores mejorarían su oferta, especialmente en lo que a calidad del servicio se refiere. En este afán, la Secom se disparó en su propio pie al invalidar la portabilidad numérica.
La portabilidad se presentó en Argentina —al igual que se hizo en el resto de mercados— como un arma para dinamizar el mercado. Con ella, se argumentaba, los precios bajarían por la competencia, se mejoraría el servicio y la atención al cliente, y los operadores innovarían sus ofertas. Resulta que en Argentina la portabilidad no ha tenido, supuestamente, ninguno de estos efectos. Y no lo decimos nosotros, sino la propia Secom. En julio del año pasado, Berner declaraba con respecto a la portabilidad: “¿para qué los usuarios van a cambiarse de operador si son todos iguales?”
El mercado tiene derecho a estar confundido y a no entender nada porque ambas acciones se presentaron como lo que no son, especialmente lanzadas en solitario —algo que, por cierto, hemos alertado desde este medio en múltiples ocasiones—. Ahora se intentará forzar de otra forma a los operadores a que no suban sus precios y mejoren su servicio, situación que sólo se puede resolver mediante un cambio estructural en el mercado, algo complejo de acometer y de explicar, y por ello, descartado de la agenda política, que preferirá utilizar parches y molinos de viento para contentar a unos usuarios que, nadie discute, tienen motivos para estar descontentos con los operadores y con sus políticos, pero que tampoco parecen tener mucho interés en saber por qué el mercado se comporta de una u otra determinada manera.
