Presidente Obama, utopia no existe, aunque también nos seduce su idea

A estas alturas ya habrán leído varias notas sobre las declaraciones del Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, sobre su visión de la neutralidad de la red. Una visión casi “extrema” —un internet “gratis y libre”, dijo—que nos seduce a todos como usuarios pero que plantea múltiples problemas reales, algunos de los cuales rebotarían como una pelota de goma contra la propia administración. Por ejemplo, una neutralidad “extrema” conllevaría el reclamo de más espectro —y a mejor precio— para poder asegurar la suficiente capacidad para no crear discriminación de tráfico.

Si bien Obama reconoce que los operadores móviles tienen ciertas limitaciones y menciona más a los cableoperadores, su discurso pondrá en pie a todos los usuarios de Estados Unidos y muchos del resto del mundo. Con poca imaginación uno podría tildarle de populista en sus declaraciones. Es posible que las recientes críticas que ha recibido el mandatario le hayan hecho ver que para recuperar admiradores debe volver a su slogan “yes, we can”, aún cuando crear un esquema de neutralidad extremo, utópico, se parezca más a un “no, we aren’t sure” —muy largo y poco contundente para calar—.

Recientemente, durante el Ericsson Business Innovation Forum, su CEO, Hans Vestberg, respondía a una pregunta sobre neutralidad: “I say yes and I say no to net neutrality” —lo pongo en inglés con toda la intención—. Su respuesta a la pregunta denotaba una madurez que quizá Obama no demuestra en sus declaraciones. La neutralidad no se puede resolver desde posturas absolutistas, porque usuarios y operadores son parte de la misma rueda económica, los unos viven de los otros, y los otros de los unos.

Los asesores de Obama le deberían haber advertido de que no sólo en Estados Unidos, sino en todo el mundo, los operadores están trabajando para gestionar mejor su tráfico en base a nuevos modelos de negocio que intentan salvaguardar los recursos de la red a la vez que le entregan al usuario aquellos servicios que demanda con la mejor calidad posible, otra quimera.

Esta tendencia con respecto a los nuevos modelos de negocio debería indicarle a cualquier gobernante que la neutralidad, en toda su radicalidad y fuerza, quizás no sea posible en un mercado donde no son sólo los operadores los que piden discriminar el tráfico, sino que los propios OTTs —como Netflix o Facebook— también lo desean y están dispuestos a pagar por ello. Es más, los propios usuarios de Netflix posiblemente estén dispuestos a pagar un adicional a quien sea —Netflix o el operador— para asegurarse su propia experiencia.

La regulación, o quienes la gobiernan o influencian, no debería estar de espaldas a una realidad que ya se ha iniciado. Esta maniobra por parte de los operadores, y algunos proveedores over the top (OTT) que colaboran con los operadores, va a costar una fortuna en nueva infraestructura y soluciones de software. Es una tendencia que está en los foros de todo el sector y cuyo objetivo no es sólo ir en contra de la neutralidad —ya que algunos así bautizan a algunas de estas ofertas— sino mejorar precisamente las prestaciones de la red, los servicios y las condiciones del negocio.

Quizás Obama debería encontrar la respuesta al dilema de la neutralidad en la composición competitiva del sector de las telecomunicaciones en Estados Unidos, especialmente de las cableoperadroras, ya que él mismo las señala en su video discurso.

Los operadores suizos, como recordábanos en la nota anterior, ofrecen una solución pragmática al dilema. Los operadores de ese mercado, como los del resto del mundo, tienen como su propia utopia la inexistencia del concepto “neutralidad”. Imaginamos que se habrán dado cuenta que tal situación es tan inviable como lo debe de ser la neutralidad absoluta.

Cuenta con más de 22 años de experiencia cubriendo el sector de las telecomunicaciones para América Latina. El Sr. Junquera ha viajado constantemente alrededor del mundo cubriendo los eventos de mayor relevancia para la industria en América, Europa y Asia. Su experiencia académica incluye un BA en periodismo escrito por la Universidad de Suffolk en Boston, MA, y un Master en Economía Internacional en la misma institución.

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