Nadie quiere antenas, pero todos quieren estar conectados

Chile se encuentra debatiendo por estos días un proyecto de Ley que propone una regulación más restrictiva para el emplazamiento de antenas en áreas urbanas. Una vieja historia que cada tanto se repite, llena de intereses encontrados que dificultan llegar a una solución superadora.

Nadie quiere antenas, pero todos quieren estar conectados. Una incongruencia generada a partir de un sincero reclamo de los vecinos, capitalizada por el arco político en busca de votos y temida por los operadores, que al fin y al cabo confían en los artilugios legales para librarse de regulaciones que plantean un descabellado escenario desolado de antenas en plena era de las telecomunicaciones.

Me estaría traicionando a mí mismo si impugnara el proyecto de Ley que avanza en el parlamento chileno. Desde hace algunos años, vengo estudiando la legislación argentina, o a decir verdad, la falta de ella. En mi país los vacíos legales permiten asombrosas postales como la de una radiobase de 20 metros de alto a escasos centímetros de las aulas de un primario, en pleno patio de un colegio bonaerense.

En esas situaciones, la discusión sobre qué tan malo puede ser tener un celular emitiendo señales de manera continua resulta insignificante frente a la monstruosidad de semejante antena. No creo que ni siquiera el más apasionado defensor de los servicios móviles acepte inscribir a su hijo en aquél establecimiento.

Sin embargo, en la lucha por evitar estas aberrantes situaciones, se suele caer en la ingenuidad de exigir el desmonte de toda las estructuras que puedan afectar el buen gusto de la zona residencial. Precisamente, los reclamos suelen generarse en los barrios que tienen un buen pasar económico, que acceden o escuchan por terceros informes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertando sobre los males de las radiaciones. O bien, sólo reclaman por cuestiones estéticas que perturban la arquitectura de la zona.

Con distinto peso, los dos reclamos son válidos, pero en caso de que las autoridades distritales o nacionales se hagan eco y en una actitud populista ordenen levantar las estructuras, serían esas mismas personas las que más tarde reclamarían por la deficiencia de conectividad en sus dispositivos móviles.

“Ya no cabe ninguna duda. Las ondas electromagnéticas hacen daño a salud y eso se ha confirmado fehacientemente. No podemos hacernos los sordos y ciegos para no querer comprender que estamos frente a un tema nacional en donde la gente nos ha dicho a través de movilizaciones que algo está pasando”, pregonó el diputado Juan Luis Castro durante un encuentro con vecinos de Rancagua, en la sexta región.

Las palabras del diputado suenan bien a los oídos de aquellos que reclaman preocupados, pero allí no hay ninguna solución a la vista. Es sólo un guiño hacia el electorado. Un guiño simulado, ya que probablemente todo el arco político que acompaña el proyecto sea consciente de lo difícil que es legislar con fuertes restricciones.

No sólo significaría un golpe de muerte para los operadores, sino que sería una pesadilla para cualquier gobierno que perdería millones de dólares de inversión y enterraría por completo los planes para reducir las brechas digitales.

Estas discusiones entre concejales y diputados que buscan el apoyo popular carecen de sentido. En el 2012 nos merecemos una discusión más profunda, en la que intervengan ingenieros y otros profesionales que puedan conducir hacia una verdadera solución.

Está claro que la propuesta de eliminar antenas en zonas residenciales es descabellada e inviable. Hay que ponerle punto final y buscar otra alternativa en el que alguna de las partes ceda. Sólo de esta manera se podrá avanzar y terminar con algo tan absurdo como antenas que se disfrazan de mástiles en colegios.

César Salvucci es un periodista argentino egresado del instituto Taller Escuela Agencia (TEA) y actualmente cursa la carrera de Ciencias Políticas en la Universidad de Buenos Aires. Sus primeros pasos en el periodismo fueron en el área cultural, dentro de la Fundación Proa. Más tarde trabajó en la redacción del diario Clarín y luego se destacó como cronista televisivo para el portal Prensa Política, donde siguió de cerca la agenda nacional e internacional entrevistando a las figuras más relevantes de la esfera política. Ahora forma parte del canal de noticias CN23 y desde mayo de 2011 escribe para TeleSemana.com haciendo foco en los sucesos más importantes del sector de las telecomunicaciones en América Latina y el Caribe.

1 Comentario

  1. Gracias por tu comentario César! Hay que abrir camino entre los fanáticos y los manipuladores.

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