Si la participación 4G es precursora de la 5G, Latinoamérica estaría lista para lanzar en 2022

Latinoamérica tiene argumentos que sustentan la idea de que podrá estar listo para avanzar hacia 5G en los próximos años. Las ventajas que trae el retraso para no repetir errores que han cometido otros y una transición menos profunda que la que han implicado otros cambios tecnológicos son cuestiones recurrentes en la boca de los más positivos. Conceptos poco determinantes como evolución natural son acompañados de acciones específicas de gobiernos latinoamericanos preocupados por tener su espectro acomodado y las licitaciones previstas para estar a tono con las necesidades.

Los números funcionan, con algunas excepciones, como un fundamento más para dejar claro que la región avanza a paso no precisamente ligero pero sí firme en terminar de conquistar 4G para luego abrir la carrera por 5G. La 3G se mantiene en el primer puesto entre las tecnologías dominantes a escala regional pero esto según las proyecciones cambiará en el transcurso del próximo año, cuando LTE tome una delantera que mantendrá por al menos un lustro.

Las cifras tienen una connotación positiva por crecimientos por encima de lo habitual en los próximos años pero en su análisis minucioso se pueden encontrar algunos aspectos que, sin ser pesadilla, seguro alteran el sueño de algunos. Si la participación de 4G fuera el único argumento para determinar la posición de un bloque en su avance hacia 5G, ¿puede Latinoamérica dormir tranquilo?

La participación de 4G en Latinoamérica es de 34,6 por ciento a mediados de 2018. Se relevaron 697 millones de líneas móviles en actividad y 241 millones de estás corresponden a LTE, según datos de Ovum tomadas por 5G Americas. No solo eso, la penetración de esta tecnología trepará a casi el doble para 2022, para cuando ya se espera que estén desplegadas las primeras redes 5G. Para entonces, dice el informe, 4G será responsable del 64 por ciento de las líneas celulares, casi dos de cada tres.

Latinoamérica tendrá una variación porcentual mayor que la media global en los próximos años. El mundo terminará 2018 con una penetración LTE de 40 por ciento y esa cifra superará el 60 por ciento para 2022, valor por debajo del que se espera que tenga la región. Si a esto se suma que habrá países más desarrollados que el promedio dentro del bloque regional, como el caso de Brasil, Uruguay y Chile, los optimistas parecen tener todavía más recursos en el camino a 5G.

En este contexto, los actores del ecosistema se aprestan a estar listos para lo que viene mientras las proyecciones acompañan la idea de llegar un poco más tarde, tan habitual en esta parte del mundo. En paralelo, Norteamérica prepara ya el lanzamiento comercial de 5G con una penetración LTE del 76 por ciento —Estados Unidos y Canadá no han podido decidir el estado de madurez de su mercado para decidir lanzar 5G porque la tecnología no estaba disponible—, cifra que no aparece ni siquiera en el mediano plazo para el resto de la región. Quizás, entonces, las buenas proyecciones solo sirvan para que la región se acerque a jugar partidos en la misma liga.

Nicolás Larocca es Técnico Superior en Periodismo (TEA) y Locutor Integral (ISER). Durante su carrera profesional se desempeñó en diferentes medios radiales, digitales y en gráfica como productor de contenidos, redactor y analista. Tiene conocimientos en comunicación interna, deportes, bancos y seguros, y desde 2013 se especializa en el mercado de las telecomunicaciones a escala regional.

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