La Agencia Nacional de Telecomunicaciones (Anatel) es uno de los primeros reguladores en identificar las bandas que van a ser licitadas para la próxima generación móvil y ponerle una fecha a la licitación: marzo 2020. Se trata de un hito importante porque este país tenía que resolver cuestiones de interferencia con servicios satelitales en la banda de 3,5 GHz, y ha consumido buena parte de los últimos años en probar soluciones para mitigarlas. Pruebas que, según considera Claro (América Móvil), no son suficientes para garantizar que todo funcione sin fisuras.
La situación del espectro en 3,5 GHz es una de las principales razones por la cual el país avanzó con la banda de 2,3 GHz, con el objetivo de otorgarle a los operadores suficiente espectro en bandas medias para las necesidades de la próxima tecnología móvil. Brasil es que el país tiene poco espectro disponible en la banda de 3,5 GHz y el poco que tiene, quiere que sea utilizado para 5G.
Sin embargo, se enfrenta (otra vez) con el problema de la interferencia. Es un escollo que con 4G logró resolver, casi sin problemas, aunque con un costo para los operadores que debieron encargarse de financiar la migración de la televisión digital terrestre. Un costo que hoy los operadores no pretenden abordar para la 5G. Al menos, no uno de ellos.
Las declaraciones de Carlos Alberto Camardella, consultor de ingeniería y evolución tecnológica de Claro, que cita el portal brasileño Teletime indican que el operador, además de estar preocupado por la posible interferencia con otros servicios, lo que realmente le preocupa es el costo que pueda tener para su bolsillo.
Camardella explica técnicamente cuáles son las cuestiones técnicas que lo hacen dudar y señala que es necesario seguir experimentando. Sin embargo, la verdadera razón parece estar no solo en lo técnico, sino en lo económico. El consultor indica que cerca de 12 millones de antenas parabólicas estarían activas de las cuales entre dos millones y seis millones requerirían algún tipo de mitigación, a un costo de 100 reales (24,7 dólares) por antena, sin contar la mano de obra especializada. Es decir que, en el mejor de los casos, cerca de 50 millones de dólares deberán ser depositados para este objetivo. “El costo es un problema”, indicó, especialmente porque se supone que quedará nuevamente en manos de los operadores.
Las preocupaciones de Claro —que es justamente el mismo operador que días atrás dijo que el plan es participar de la licitación aunque no se mostraba convencido de qué significaba que que se haría “sin fines recaudatorios”— muestra que el operador no está del todo cómodo con las condiciones en que se entregará el espectro. Esto porque, posiblemente, no le vea los beneficios de obtenerlo —aunque tampoco parece querer renunciar a él—. La posición de Claro se mantiene coherente, ya que fue el mismo operador el que dijo hace unos meses que 4G debería llegar a Brasil una vez que 4G ya esté rentabilizado.
Es posible que no haya garantías de mitigación de interferencia pero también es posible que Claro esté jugando un juego que le permita ganar tiempo e inclinar la balanza hacia su lado. El operador parece no estar del todo convencido con 5G o, al menos, no lo suficiente como para, además de invertir en espectro y despliegue, deba hacerlo también en mitigación de interferencias.
