¿Se puede monetizar network slicing en el mercado del consumidor final? Singtel cree que sí

En una jugada que mezcla ambición tecnológica, marketing nacionalista y una buena dosis de audacia estratégica, Singtel ha anunciado su red 5G+ —cada cual se inventa nuevos nombres—, integrando network slicing para todos los clientes, sin distinción entre empresas o usuarios residenciales. No es una prueba piloto, no es un producto empresarial reservado para multinacionales: es una oferta comercial masiva. Y aunque la noticia puede leerse como un hito global, también obliga a la industria a confrontar sus propias limitaciones: ¿se trata de un avance genuino hacia la promesa total de 5G y su monetización, o de una anomalía difícil de replicar fuera de Singapur?

Durante años, network slicing ha sido una de las grandes promesas de 5G. Capaz de crear redes virtuales independientes y personalizadas sobre una misma infraestructura física, representa un cambio de paradigma respecto a las generaciones anteriores ya que los operadores pasan de vender megas a ofrecer, supuestamente, experiencias diferenciadas por caso de uso. Desde aplicaciones de misión crítica hasta juegos online, desde ciudades inteligentes hasta quirófanos conectados, el slicing promete ajustar la red a las necesidades de cada servicio, en tiempo real. Sobre el papel, es una revolución. Pero fuera del laboratorio, la historia es mucho más complicada.

Lo que Singtel ha hecho es extraordinario precisamente porque la mayoría de los operadores siguen atrapados en las complejidades técnicas y comerciales de implementar slicing a escala. Para que funcione de forma robusta, se requiere una arquitectura 5G Standalone (SA), una orquestación automatizada e inteligente, aislamiento completo entre slices, gestión de recursos de radio, compatibilidad con terminales, herramientas de seguridad avanzadas y, no menos importante, una narrativa comercial clara que el cliente entienda y valore. Hoy, pocos actores en el mundo pueden afirmar que dominan todos esos elementos a la vez.

Singtel ha sabido capitalizar su contexto: una geografía pequeña, una población altamente digitalizada, una infraestructura moderna y una relación fluida con el regulador. La adición de espectro en 700 MHz mejora la cobertura indoor y en zonas remotas. Pero incluso con estas ventajas, su apuesta es valiente y ha empaquetado el slicing con promesas de latencia ultrabaja, acceso garantizado en congestión, protección contra ciberataques en roaming y una experiencia de cliente premium. Todo esto suena a lujo digital. El problema es que, para el resto del mundo, puede sonar también a ciencia ficción presupuestaria.

Porque si bien el valor del slicing es evidente en verticales como salud, manufactura, defensa o transporte, su traducción al mercado masivo es mucho más difícil. ¿Cuántos consumidores pagarán un extra por un slice? ¿Cuántos entenderán siquiera lo que están comprando? La monetización del slicing sigue siendo un terreno especulativo. Las consultoras estiman mercados de miles de millones. ABI Research habla de 24.000 millones de dólares para 2028, pero los ingresos actuales son mínimos. Los modelos de negocio, desde suscripciones premium hasta slicing bajo demanda o tarificación por SLA, requieren una sofisticación comercial que está muy lejos de la realidad operativa de muchos operadores.

Tampoco está claro que exista una demanda sostenida por parte de los verticales. Algunos operadores han logrado cerrar acuerdos con sectores industriales, pero estos son aún casos aislados. Sin una comprensión clara del valor agregado por parte de los clientes empresariales, el slicing corre el riesgo de convertirse en una herramienta infrautilizada. De hecho, uno de los grandes cuellos de botella es la falta de educación del mercado ya que muchos responsables de TI en empresas aún no comprenden qué diferencia un slice de una simple QoS, ni por qué deberían pagar más por ello.

Más allá de la tecnología, hay un problema de madurez. Muchos dispositivos aún no están preparados para soportar slicing de forma nativa. No hay estándares de interoperabilidad consolidados. Las funciones de selección de slice en el core de red son difíciles de integrar. Y la automatización, clave para escalar la operación, sigue siendo un proyecto en curso. A esto se suman retos regulatorios: ¿es compatible el slicing con la neutralidad de red? ¿Cómo se garantizan los niveles de aislamiento exigidos por aplicaciones críticas sin vulnerar otras normas de competencia o seguridad?

Además, el slicing es una promesa que reposa sobre un ecosistema que todavía no existe en plenitud. Hacen falta desarrolladores que creen aplicaciones capaces de aprovechar slices dedicados, fabricantes de terminales que soporten múltiples slices simultáneos, y plataformas de orquestación que permitan gestionar todo esto en tiempo real, con garantías de servicio. Hoy, esos componentes están fragmentados, en fase experimental o directamente ausentes en muchos mercados.

La realidad es que, fuera de Singtel, la mayor parte de los despliegues siguen siendo experimentales. Vodafone ha hecho pruebas en estadios. Deutsche Telekom (DT) ha ofrecido slicing para producción audiovisual en vivo. Telefónica y Siemens han colaborado en proyectos de agua inteligente. Telstra ha hecho pilotos en video de calidad broadcast. T-Mobile ofrece T-Priority para servicios de emergencia. Todos estos casos son valiosos, pero limitados. Nadie, salvo Singtel, ha logrado una implementación horizontal, persistente y comercialmente abierta para todos los usuarios —o por lo menos eso dice el operador haber conseguido en su comunicado—.

Eso no invalida el concepto. El network slicing es, sin duda, una de las piezas más poderosas de la arquitectura 5G. Pero no es magia, ni mucho menos simple. Exige inversiones sostenidas, claridad estratégica, socios industriales, estándares maduros y, sobre todo, una capacidad comercial para construir valor donde antes solo había datos. Los operadores que lo logren podrán romper con el modelo de conectividad indiferenciada. Los que no, seguirán atrapados en la carrera descendente del ARPU.

Singtel ha puesto sobre la mesa una demostración. Pero también, sin quererlo, ha dejado claro lo lejos que está el resto. El slicing no está listo para escalar como los churros de la automatización prometida. Es un arte de precisión, no de volumen. Su llegada al mercado masivo solo será viable si la industria entera reconfigura su forma de pensar la red, el servicio y al cliente.

Por ahora, la puerta está abierta. Cruzarla exige mucho más que admirar lo que hay del otro lado. Exige construir un nuevo modelo operativo, comercial y de relación con el ecosistema, donde el slicing no sea un truco técnico, sino una fuente real de valor.

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Cuenta con más de 22 años de experiencia cubriendo el sector de las telecomunicaciones para América Latina. El Sr. Junquera ha viajado constantemente alrededor del mundo cubriendo los eventos de mayor relevancia para la industria en América, Europa y Asia. Su experiencia académica incluye un BA en periodismo escrito por la Universidad de Suffolk en Boston, MA, y un Master en Economía Internacional en la misma institución.

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