En el siglo XXI, la infraestructura digital es la piedra angular del crecimiento económico, el desarrollo social y la cooperación regional. Para el Caribe, una región compuesta por pequeños Estados insulares en desarrollo (PEID) dispersos por el mar, los datos, los cables submarinos, los centros de datos, los Puntos de Intercambio de Internet (IXP) y la conectividad regional no son solo componentes tecnológicos, sino pilares fundamentales para un futuro más resiliente, independiente e inclusivo.
Modernizar e integrar los sistemas digitales es urgente y fundamental para liberar el potencial digital de la región, desde la educación y la salud hasta el comercio electrónico y el turismo. A medida que la demanda de servicios digitales se acelera debido al aumento en la adopción de redes 4G y 5G en las Antillas Francesas, Islas Caimán y Puerto Rico, entre otros mercados, la región debe abordar con urgencia sus limitaciones actuales en infraestructura de datos para no quedarse atrás y aprovechar plenamente las oportunidades socioeconómicas de la transformación digital.
En el centro de esta transformación se encuentra el sistema de cables submarinos, la infraestructura principal que transporta más del 95 por ciento del tráfico internacional de Internet. Estos cables de fibra óptica submarinos son las autopistas invisibles de la era digital, conectando al Caribe con los principales centros de datos de América del Norte, Europa y América del Sur. Históricamente, sistemas como ARCOS-1 y Américas-II fueron diseñados con una orientación externa, priorizando la conectividad entre islas caribeñas individuales y Estados Unidos o Europa.
Este modelo descuidó en gran medida el desarrollo de rutas directas dentro del propio Caribe, lo que resultó en una infraestructura regional fuertemente dependiente de unos pocos puntos de salida internacionales. En la mayoría de los casos, cada isla depende de un solo cable internacional, lo que las hace sumamente vulnerables a interrupciones en el servicio. La falta de diversidad en las rutas significa que, cuando ocurren fallos —ya sea por desastres naturales, cortes accidentales o problemas técnicos— países enteros pueden quedar desconectados del Internet global, como ha sucedido repetidamente en la región.
Esta dependencia externa también provoca ineficiencias en la transmisión de datos: un simple intercambio de información entre dos islas vecinas a menudo debe ser ruteado a través de Miami o Nueva York, lo que aumenta drásticamente la latencia, los costos de tránsito y la exposición a riesgos extraterritoriales. La ausencia de enlaces directos entre islas impide la eficiencia del tráfico local y eleva los costos operativos para los proveedores de telecomunicaciones y plataformas digitales del Caribe. Estas ineficiencias afectan desde la prestación de servicios públicos y las operaciones empresariales hasta las plataformas educativas y los sistemas de respuesta ante emergencias.
Infraestructura y monedas digitales
Incluso el crecimiento de los servicios financieros digitales, como el lanzamiento de monedas digitales de bancos centrales (MDBC) como DCASH (del Banco Central del Caribe Oriental – BCCO) y el Sand Dollar (del Banco Central de las Bahamas), se ve afectado por la infraestructura de transporte de datos disponible. Estas monedas requieren procesamiento en tiempo real o casi en tiempo real para pagos entre personas o entre empresas y el gobierno.
La confirmación de transacciones sería mucho más rápida con una infraestructura de baja latencia y alta capacidad, como cables submarinos modernos y enrutamiento eficiente mediante IXP locales. Esto haría que las MDBC sean más viables para el uso cotidiano, incluso por poblaciones no bancarizadas que dependen de teléfonos móviles. Por ejemplo, una conexión más rápida entre Antigua y Santa Lucía, dentro de la jurisdicción del BCCO, reduciría el retraso en la validación de pagos transfronterizos con DCASH.
La conciencia regional sobre la necesidad de mejorar la infraestructura de almacenamiento y transporte de datos ha aumentado, dando lugar a iniciativas para fortalecer la columna vertebral digital del Caribe. Proyectos como el Programa Regional de Infraestructura de Comunicaciones del Caribe (CARCIP) y la iniciativa Caribe Digital de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) han abogado por una mejor conectividad regional. Afortunadamente, en los últimos años ha habido una modesta mejora en la diversificación de cables. Sistemas más nuevos como CBUS (Sistema de Cable Submarino Brasil – Caribe), EllaLink y Tikal-AMX-3 prometen una mejor interconexión regional y enlaces con Europa y Sudamérica.
Sin embargo, estas mejoras no se distribuyen equitativamente ni reflejan una política caribeña coordinada de cableado o una estrategia de integración digital regional. La falta de redundancia e interconectividad directa dentro del Caribe deja a muchas islas expuestas a interrupciones, como se evidenció en el corte del cable submarino en 2023 que afectó a varios territorios del Caribe Oriental. Incluso con la llegada de nuevos cables, algunos mercados seguirán contando con un solo punto de aterrizaje en sus playas, mientras que otros, como Curazao, República Dominicana o Puerto Rico, cuentan con múltiples cables aterrizando en al menos dos ubicaciones diferentes.
Desarrollar cables submarinos intrarregionales, que conecten islas directamente sin pasar por América del Norte, se ha convertido en una prioridad estratégica e incluso política, para muchos países caribeños. Estos cables mejorarían la resiliencia de la red al proporcionar rutas diversificadas y redundantes, reducir la latencia, bajar los costos de tránsito de datos y crear un ecosistema digital caribeño más interconectado y autónomo. De esta forma, ayudarían a fomentar la unidad digital regional, permitiendo que el Caribe participe de forma más equitativa en la economía digital global.
Estas iniciativas buscan reducir la dependencia de unas pocas rutas, mejorar la redundancia y fomentar enlaces interinsulares, lo que fortalecería la resiliencia tanto a nivel nacional como regional. Esta infraestructura es clave no solo para el ecosistema digital, sino también para sectores tradicionales como el turismo y los servicios financieros, que dependen cada vez más de una interacción digital fluida.
Con los cables no alcanza
Según la consultora global Telegeography, en el primer trimestre de 2025 había 11 sistemas de cable submarino planeados para aterrizar en al menos un país entre América Latina y el Caribe. Solo uno era intra-caribeño, y tres más tenían conexiones en al menos un mercado regional. Esto evidencia que el Caribe todavía necesita fortalecer su conectividad regional mediante la construcción de más sistemas de cables. El principal obstáculo sigue siendo la falta de inversionistas dispuestos a financiar estos proyectos, ya que consideran que los mercados caribeños son demasiado pequeños para generar el tráfico necesario que justifique la inversión.
Paradójicamente, esta percepción es desmentida por diversos pronósticos, como el Reporte Anual de Internet de Cisco, el Reporte de Movilidad de Ericsson y los estudios de unidad de Inteligencia de la GSMA, que coinciden en que el Caribe experimentará una explosión en el tráfico de datos en los próximos años. Con la penetración de 4G llegando a su punto máximo en varias islas y el despliegue de redes 5G en marcha, la banda ancha móvil está a punto de dar un salto transformador.
Según estas proyecciones, el tráfico de datos móviles en América Latina y el Caribe se triplicará entre 2024 y 2030, impulsado por el streaming de video, servicios basados en la nube, dispositivos IoT, y la digitalización creciente de los servicios públicos. Las redes 5G, para cumplir sus múltiples promesas, requieren mucho mayor ancho de banda y menor latencia que las generaciones anteriores, lo que ejerce una presión considerable sobre los puertos de enlace internacionales y la infraestructura troncal.
No obstante, los cables por sí solos no bastan. Los datos deben almacenarse, procesarse e intercambiarse de manera eficiente, lo cual resalta la importancia de los centros de datos y los IXP. Los centros de datos son los sitios físicos donde residen los servicios en la nube, los sitios web y los datos empresariales. En el Caribe, son clave para reducir la latencia, garantizar la soberanía de los datos y permitir el acceso en tiempo real a servicios gubernamentales, plataformas de comercio electrónico y herramientas financieras digitales.
Sin embargo, muchos países caribeños aún dependen en gran medida del alojamiento de datos en el extranjero, lo que aumenta su vulnerabilidad a la vigilancia, disputas jurisdiccionales e inestabilidad de red. Como expresó recientemente un funcionario gubernamental caribeño en una conferencia de telecomunicaciones en Willemstad:
“Nunca se sabe cuándo Trump se va a poner más loco y necesitamos ser independientes de Trump”, subrayando así el imperativo geopolítico de la independencia digital.
Inversiones y desafíos
A pesar del creciente interés en servicios en la nube y de co-ubicación, la huella regional de centros de datos sigue siendo limitada. Lugares como Curazao, que ya alberga dos centros de datos (uno de ellos de nivel Nivel 4), dos proveedores de servicios de Internet (ISP), dos cables submarinos y un IXP, demuestran que es posible crear un centro digital local al servicio de necesidades nacionales y regionales. Para replicar este modelo, los países caribeños deben armonizar sus regulaciones, adoptar marcos de protección de datos como el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) de la Unión Europea e invertir en redes de ciberseguridad. La preparación para la nube sigue siendo un reto, especialmente en los PEID más pequeños, pero la región debe resistir el colonialismo digital desarrollando alternativas locales frente a los grandes proveedores globales de servicios en la nube.
Por otro lado, los IXP son esenciales para el desempeño de Internet regional. Permiten que los proveedores de servicios de Internet y contenido intercambien tráfico localmente, sin tener que enrutar los datos por centros lejanos como Miami. Esto reduce la latencia, disminuye los costos de ancho de banda internacional y mejora la confiabilidad del servicio. Además, promueven la soberanía digital, al mantener el tráfico dentro de jurisdicciones nacionales o regionales y permitir que los gobiernos adapten sus políticas de gobernanza de datos a los valores locales.
Los IXP en el Caribe enfrentan desafíos estructurales. Muchos son pequeños y aislados, sin la masa crítica de participantes necesaria para su viabilidad económica. La fragmentación regulatoria, la limitada infraestructura de alojamiento y la resistencia de los grandes ISP al intercambio de tráfico impiden su desarrollo. Algunos países tienen IXP solo en nombre, sin intercambio activo entre operadores. Otros, como Granada y Barbados, han tenido dificultades para escalar debido a la falta de incentivos, claridad regulatoria y oposición de los ISP.
Se necesita una estrategia regional coordinada para fomentar la participación en los IXP, expandir el alojamiento de contenido local e invertir en modelos de gobernanza neutral que aseguren un acceso abierto y equitativo para todas las partes interesadas. Los IXP deben tratarse como infraestructura de interés público, al mismo nivel que las carreteras o los puertos.
El camino es la colaboración
La conectividad regional va más allá de cables físicos y centros de datos; requiere colaboración institucional y alineación de políticas. Actualmente, los entornos regulatorios del Caribe son fragmentados, obsoletos e inconsistentes. Esto dificulta el despliegue de cables y desincentiva la inversión en infraestructura digital. Un enfoque armonizado, promovido por organizaciones como la Comunidad del Caribe (CARICOM) o la Organización de Estados del Caribe Oriental (OECO), podría simplificar los procesos de licencia, promover el acceso abierto y reducir los riesgos para el sector privado. Las asociaciones público-privadas (APP) y los modelos de financiación combinada con bancos de desarrollo como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Mundial ofrecen rutas sostenibles para escalar estas inversiones.
Además de las soluciones terrestres, los sistemas satelitales de órbita baja (LEO), como Starlink (SpaceX), Project Kuiper (Amazon) y eventualmente Guowang (China), están surgiendo como herramientas complementarias. Aunque no pueden reemplazar la alta capacidad de los cables submarinos, los satélites LEO ofrecen redundancia crítica, especialmente durante desastres naturales. Los sistemas híbridos que combinan cables submarinos con infraestructura satelital serán esenciales para construir una red caribeña resiliente.
Los avances tecnológicos también prometen beneficios a largo plazo. Cables inteligentes con sensores ambientales integrados podrían apoyar la investigación oceánica y la preparación ante desastres. Dado el potencial solar y eólico de la región, centros de datos sostenibles alimentados por energías renovables son perfectamente viables.
El Caribe se encuentra en una encrucijada decisiva. Con una demanda de datos en rápido ascenso por la expansión de 4G y 5G, la región debe actuar con decisión para modernizar su base digital mediante inversiones en cables submarinos, centros de datos locales, IXP eficientes y marcos regulatorios regionales armonizados. Este enfoque integrado es esencial para satisfacer las demandas de un futuro conectado, apoyar la diversificación económica, fortalecer la soberanía y garantizar un desarrollo verdaderamente inclusivo.
El turismo ya no puede sostener por sí solo la prosperidad de largo plazo. La infraestructura digital debe convertirse en el nuevo motor de crecimiento. El Caribe posee todos los elementos necesarios para forjar su destino digital; lo que se requiere ahora es voluntad política, acción coordinada y liderazgo visionario para colocar la conectividad en el centro del desarrollo. La marea digital está subiendo. Los países caribeños deben decidir si quieren liderar la ola o quedarse atrás.