En un inesperado giro para un mercado que parecía estabilizarse, el core de red móvil (Mobile Core Network, por sus siglas en inglés) registró un crecimiento interanual del 32 por ciento en el primer trimestre de 2025, según Dell’Oro Group. Pero lo que verdaderamente estremece las proyecciones es el papel de China, cuya actividad en este segmento creció un asombroso 122 por ciento interanual, arrastrando al alza incluso la previsión anual global de crecimiento, que pasó del dos al cinco por ciento para 2025.
Mientras tanto, el resto del mundo —sin China— mostró un crecimiento más modesto pero aún saludable, del 12 por ciento interanual. Y aquí es donde comienza una historia de dos mundos: uno que ya ha asumido los costos y la complejidad de modernizar su core hacia funciones nativas en la nube (CNFs), y otro que aún sigue midiendo los riesgos.
Dell’Oro apunta a la finalización de grandes proyectos en China durante el primer trimestre del año, en su mayoría favorables a ZTE. A esto se suma la migración acelerada de usuarios desde dispositivos 4G hacia terminales 5G, lo que está presionando la infraestructura del core a escalar rápidamente.
Pero el dominio de ZTE y Huawei en el core chino también reaviva el debate sobre la influencia de las tensiones geopolíticas. En mercados como Estados Unidos y buena parte de Europa, las restricciones a proveedores chinos han creado un ecosistema paralelo en el que Ericsson, Nokia y otros compiten en condiciones más estrictas pero con mayor alineación política. Esta fractura tecnológica no solo afecta decisiones de compra, sino también la cadena de suministro global y la interoperabilidad de estándares.
El panorama internacional también se mueve, aunque con más cautela. Orange en Francia ha lanzado su red 5G SA; Vodafone en España y Airtel en India tienen previsto hacer lo mismo durante 2025. Se espera que el segmento del core 5G crezca un 15 por ciento este año, impulsado por la transición de VNFs a CNFs y el apagado progresivo de las redes 3G, que está dándole nueva vida al mercado de IMS Core, proyectado a crecer un cinco por ciento en el año.
Sin embargo, el crecimiento no es uniforme. Europa, con una adopción más lenta y menor inversión per cápita, apenas proyecta un crecimiento del tres por ciento en 2025. América del Norte, liderada por T-Mobile y Dish, apuesta por arquitecturas cloud-native y despliegues en colaboración con AWS. En América Latina, el ritmo es más lento y muchos operadores aún están evaluando el paso a 5G SA, en parte frenados por el costo y la disponibilidad de dispositivos con soporte para slicing dinámico. En Asia, más allá de China, India y Corea del Sur están empujando con fuerza, especialmente en redes privadas y servicios industriales, dice Dell’Oro.
Y es que el core de la red es donde realmente se activarían las capacidades transformadoras de 5G como latencias ultra bajas, network slicing, automatización avanzada y comunicaciones masivas máquina a máquina. Todo esto solo es posible si el core está preparado para operar de forma nativa en la nube, con funciones desacopladas, escalables y resilientes. Es decir, con CNFs, no con los antiguos VNFs ni mucho menos con plataformas heredadas.
El paso de VNFs a CNFs no es menor. Requiere abandonar una arquitectura monolítica y adoptar principios modernos como microservicios, orquestación con Kubernetes y pipelines de integración continua y entrega continúa (CI/CD por sus siglas en inglés respectivamente). Pero los beneficios son tangibles ya que se hace un mejor uso de recursos, menor total cost of ownership (TCO), mayor velocidad de despliegue y mejor alineación con las demandas futuras, como 5G-Advanced y, eventualmente, 6G.
Algunos operadores ya muestran resultados concretos. Telefónica Alemania migró 45 millones de usuarios a un core 5G SA con Ericsson, reduciendo sus ciclos de actualización y habilitando slicing comercial. Dish Wireless construyó su red con AWS, replicando la infraestructura en días y lanzando servicios a gran escala en tiempo récord. En Japón, Rakuten Mobile mantiene una arquitectura totalmente virtualizada que ha demostrado eficiencias operativas sustanciales.
El papel de los hiperescaladores —AWS, Google Cloud y Azure— está resultando clave. Su infraestructura permite a los operadores desplegar núcleos cloud-native sin necesidad de invertir en centros de datos propios. Pero esta tendencia también plantea riesgos como la dependencia tecnológica, regulación de datos y posibles conflictos en la monetización compartida.
A nivel de TCO, los CNFs permiten ahorros operativos significativos a mediano plazo gracias a una mejor utilización de recursos, menor dependencia de hardware propietario y una gestión más automatizada. Sin embargo, el modelo de despliegue importa ya que operar sobre un hiperescalador puede reducir el TCO inicial, pero conlleva costos recurrentes por uso de infraestructura y riesgos de lock-in. Por el contrario, operar sobre infraestructura propia implica mayor CAPEX, pero puede ofrecer un mejor control del TCO a largo plazo.
Pero lo que realmente debería abrirse es un universo de posibilidades para monetizar más allá de la conectividad tradicional, sino el sector tiene un serio problema. Redes privadas, FWA, slicing para verticales, servicios de borde, APIs abiertas bajo el paraguas de iniciativas como Open Gateway, entre otros. Pero todo esto depende de tener un core moderno y ágil.
Y ahí está el dilema: ¿los operadores que sigan en NSA o en arquitecturas rígidas corren el riesgo de quedar atrapados en un modelo de negocio que ya no escala? Incluso aquellos que han dado el salto enfrentan desafíos considerables con la interoperabilidad entre vendors, integración con sistemas heredados, y sobre todo, seguridad.
El entorno CNF expone superficies de ataque nuevas: microservicios mal aislados, errores de configuración en Kubernetes, fallos en la cadena de suministro de imágenes de contenedores. Adoptar prácticas como Zero Trust, DevSecOps y escaneo continuo de vulnerabilidades ya no es opcional, es estructural. La resiliencia de la red empieza en el diseño.
Y aunque muchos piensan en la inteligencia artificial (IA) como una promesa futura ligada a 6G, la realidad es que ya está siendo usada activamente en el core 5G. Desde algoritmos de predicción de fallos y balanceo automático de carga, hasta decisiones autónomas de escalado en tiempo real, la IA comienza a integrarse en las operaciones. Este aprendizaje temprano será esencial para que las redes evolucionen hacia arquitecturas verdaderamente AI-native.
Sin embargo, un obstáculo persistente es la escasez de talento calificado. La transición hacia entornos cloud-native con fuerte integración de IA exige perfiles híbridos, difíciles de encontrar y expertos en redes con experiencia en Kubernetes, automatización, DevOps y seguridad. La falta de estos perfiles se está convirtiendo en un cuello de botella para muchos operadores, especialmente fuera de los mercados más avanzados.
La evolución no se detiene. 5G-Advanced ya se perfila como la próxima gran ola, con mejoras en eficiencia energética, posicionamiento preciso, integración con redes no terrestres y una automatización aún más dependiente de la IA. Más adelante, el horizonte de 6G plantea una visión aún más ambiciosa: redes “AI-native” capaces de generar gemelos digitales y experiencias sensoriales extendidas.
Pero el mensaje para los operadores es claro: sin un core preparado, todas estas promesas son humo —esperemos que no lo sean con el core actualizado—. La carrera ya ha empezado y China está marcando el ritmo. ¿Quiénes lograrán seguirle el paso y capitalizar el verdadero potencial del 5G?