Reducir la huella ambiental en el sector de telecomunicaciones no solo es una exigencia creciente por parte de reguladores, inversores y consumidores. Según el informe “Environmental Sustainability and Reporting” de la NGMN Alliance, es también una tarea técnica, política y económica de enorme complejidad. Este documento, respaldado por operadores como Deutsche Telekom (DT) y Orange, desmonta mitos y plantea una hoja de ruta realista —aunque exigente— para quienes aspiran a que las redes móviles no se conviertan en un pasivo climático de largo plazo.
Pese a que la industria TIC representa apenas un 1,7 por ciento de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, su papel como infraestructura crítica multiplica su impacto indirecto. El informe subraya que aproximadamente el 90 por ciento de las emisiones de los operadores (y hasta el 95 por ciento en el caso de los fabricantes de equipos) provienen de las llamadas “emisiones de alcance 3” —es decir, aquellas que se generan a lo largo de toda la cadena de valor, desde proveedores hasta usuarios finales.
Esta constatación, aunque conocida, cobra nueva relevancia en un momento en que las promesas de alcanzar emisiones netas cero para 2040 parecen desconectadas de las capacidades reales de medición y reporte de muchas empresas. “Solo se puede reducir aquello que se mide”, recuerda el informe de NGMN, y hacerlo bien implica mucho más que aplicar fórmulas genéricas.
El estudio propone una transición clara y abandonar los factores de emisión basados en el gasto financiero (un método aproximado que vincula euros con emisiones) y adoptar factores de emisión primarios, basados en datos específicos del ciclo de vida de productos y servicios (“cradle-to-gate”). Este cambio permitiría a los operadores identificar con precisión qué equipos, proveedores y procesos son los verdaderos responsables de su huella de carbono.
NGMN advierte que el uso de factores financieros puede subestimar las emisiones reales de un equipo hasta en un 80 por ciento, dependiendo del contexto. La alternativa —más precisa pero también más costosa— exige colaboración estrecha con los fabricantes y acceso a datos detallados, que no siempre están disponibles ni son consistentes entre países o proveedores.
Otro eje crítico del informe es la dificultad de reportar emisiones cuando la infraestructura es compartida. En un contexto de creciente uso de torres, cables submarinos y data centers compartidos entre operadores o alquilados a terceros, la asignación de emisiones se vuelve un rompecabezas. NGMN propone una serie de directrices basadas en el Protocolo Greenhouse Gas Protocol (GHG) y otras fuentes especializadas, pero admite que, en muchos casos, será necesario recurrir a firmas de contabilidad de carbono para resolver disputas y clarificar responsabilidades.
El documento también denuncia las enormes brechas en la madurez climática de los proveedores de equipos y componentes. La gran mayoría no dispone de datos primarios sobre emisiones, lo que obliga a los fabricantes a modelar emisiones con datos secundarios o promedios industriales. Esto compromete la precisión de los reportes, limita la capacidad de trazar planes de reducción efectivos y —lo que es más grave— podría erosionar la credibilidad de los compromisos climáticos públicos asumidos por muchas marcas.
Aun así, algunos fabricantes están comenzando a emplear metodologías simplificadas de análisis de ciclo de vida, como modelos parametrizados basados en materiales, procesos y fuentes energéticas. Aunque no sustituyen a una auditoría completa, representan un paso en la dirección correcta, según NGMN.
El informe cierra con un llamado a la acción colaborativa. Ni los operadores ni los fabricantes pueden alcanzar sus objetivos de sostenibilidad de manera aislada. Se requieren marcos normativos armonizados, herramientas avanzadas de contabilidad de carbono, y una cultura de transparencia en el intercambio de datos entre todos los eslabones de la cadena.
El mensaje de NGMN es claro: la sostenibilidad ambiental debe dejar de ser un ejercicio de relaciones públicas para convertirse en un principio rector del diseño de redes, la gestión de compras y la estrategia corporativa. Reportar emisiones no es el fin, sino el medio para impulsar decisiones más inteligentes y responsables en toda la industria.
“La evaluación de sostenibilidad debe ser el motor del cambio, no el objetivo final”, como concluye el documento.