En la repetición aparente de los foros ejecutivos de la industria, a veces se escuchan campanas de advertencia, que en ocasiones se convierten en algo y en otras quedan en nada. Pero en el DSP Leaders World Forum 2025, organizado por TelecomTV, Yago Tenorio, CTO de Verizon, fue directo: “¿Recuerdan cuando estábamos volcados en el despliegue de 3G y de repente llegó el smartphone –el iPhone– y no estábamos preparados? Creo que estamos a punto de vivir algo similar. Nuevos dispositivos, nuevos factores de forma”. El sector se enfrenta a una disrupción con el potencial de transformar la industria tanto como el iPhone lo hizo hace casi veinte años.
La referencia es tan potente como incómoda. La irrupción de los smartphones, y en particular el ascenso meteórico del iPhone en 2007, disparó la demanda de datos y transformó para siempre el ecosistema digital. Pero la narrativa de éxito tuvo un reverso amargo para las operadoras. Mientras Apple y los gigantes de las aplicaciones capturaban la mayor parte del valor, las telcos se veían relegadas a la condición de tuberías invisibles, percibidas sólo cuando fallaban. El margen de maniobra –y el margen financiero– se erosionó.
Ahora, Tenorio advierte sobre una nueva sacudida: la llegada masiva de dispositivos “delgados, ligeros, vestibles y socialmente aceptables”, capaces de ver, oír y aprender a velocidades inéditas, impulsando casos de uso de inteligencia artificial (IA) hasta ahora inimaginables. “Estos dispositivos generarán flujos de uplink continuo, vídeo de alta definición, datos contextuales”, señala el CTO de Verizon. La visión es la de un entorno donde la IA aprende del entorno físico en tiempo real, aumentando exponencialmente la presión sobre el RAN y el uplink, históricamente relegado a un papel secundario.
La clave de la propuesta no está sólo en la espectacularidad de los dispositivos, sino en el destino de los datos que generan. Tenorio sostiene que la inferencia de IA no ocurrirá mayoritariamente en el propio dispositivo –limitado por batería y capacidad– sino “al otro lado del core”. Es ahí donde, si el sector quiere evitar otro déjà vu, debe producirse una reinvención técnica y de modelo de negocio.
Verizon apunta a su virtualización de la RAN (vRAN) y a interfaces abiertas de fronthaul como base para la flexibilidad, la automatización y la adaptación masiva. Entre 20.000 y 30.000 estaciones base ya operan bajo este esquema, con la promesa de extenderse a toda la huella móvil. Se trata de una arquitectura soportada en hardware comercial, software de Samsung y una capa de nube de Wind River: la vanguardia técnica, sí, pero ¿suficiente para capturar valor?
El problema de fondo, como señala Tenorio, es que la infraestructura actual fue diseñada para un mundo de consumo masivo de contenido (downlink), no para la inminente avalancha de datos contextuales enviados desde millones de dispositivos. Maximizar ese “lazo de datos” y convertir la RAN en una aliada estratégica de la IA será clave para abrir nuevas fuentes de ingresos –pero la historia reciente enseña prudencia.
El verdadero reto, entonces, no es sólo de ingeniería sino de posicionamiento estratégico. Si la inferencia de IA se realiza en el edge o “al otro lado del core”, y las telcos no controlan la propuesta de valor, el riesgo es repetir el papel de actores secundarios en una revolución que ocurre sobre sus redes. La narrativa de “nuevas fuentes de ingresos” necesita materializarse más allá del transporte de bits: en la orquestación de servicios, en la gestión inteligente del dato, en la provisión de plataformas que capturen y retengan parte del valor generado por la IA distribuida.
La virtualización y apertura de la RAN es, sin duda, un paso adelante. Pero la pregunta que sobrevuela no es técnica sino existencial ¿serán las telcos catalizadoras del futuro digital o volverán a quedarse al margen mientras otros capitalizan la nueva ola que anuncia Tenorio?
La lección del pasado es clara y el tiempo, como en 2007, juega en contra. La apuesta está hecha: el futuro de la conectividad dependerá menos de la tecnología per se y más de la astucia estratégica para ocupar, de una vez por todas, un lugar central en la cadena de valor digital.