Cuando la confianza en la nube pública se pone a prueba: el apagón de Google Cloud

No podía haber sido más inadecuado el timing y después de dos días cubriendo las principales novedades de Google Cloud—incluido su acuerdo estratégico con Ericsson para llevar el core móvil a la nube—, el apagón global de la plataforma me sorprendió, como a tantos, con el pie cambiado.

El 12 de junio de 2025, Google Cloud sufrió una interrupción de varias horas que dejó fuera de servicio a decenas de plataformas empresariales y aplicaciones de consumo masivo como Spotify y Discord. Todo se desencadenó en cuestión de minutos, tras una actualización automatizada defectuosa en su sistema de gestión de cuotas.

Algunas regiones recuperaron la normalidad en dos horas; otras, como la zona central de Estados Unidos, necesitaron casi siete. Miles de empresas perdieron acceso a recursos críticos y Google tuvo que desplegar medidas de emergencia para restaurar el servicio.

La magnitud y el momento del fallo—horas después del lanzamiento del Core On Demand junto a Ericsson—no hacen más que intensificar una cuestión clave para el sector: ¿puede realmente la industria de las telecomunicaciones confiar el núcleo de su negocio a una infraestructura de nube pública, por robusta que sea?

Los apagones de esta envergadura son infrecuentes entre los grandes hyperscalers, pero la realidad es que, en un entorno donde minutos de inactividad pueden equivaler a pérdidas millonarias y crisis de reputación, el riesgo nunca es trivial. Nadie olvida que, si un core móvil completo dependiera de la nube pública, un error como este podría traducirse en llamadas caídas, interrupciones en autenticaciones o hasta la imposibilidad de acceder a servicios de emergencia. El impacto sería sistémico.

Y Google no está solo en este dilema. AWS y Azure también han sufrido caídas notorias. La primera, en 2023, por un fallo de gestión interna de capacidad que dejó fuera de combate servicios críticos; la segunda, en 2024, como consecuencia de un ciberataque y errores de recuperación tras un corte eléctrico en Europa. A medida que la automatización y la complejidad escalan, también lo hace la posibilidad de que pequeños errores escalen a fallos globales. Ningún actor puede presumir de inmunidad.

Aun así, la migración a la nube no se detiene. El atractivo de elasticidad, eficiencia y acceso a GenIA es real. Pero la experiencia y los últimos incidentes demuestran que los acuerdos de nivel de servicio o las penalizaciones no bastan. La arquitectura importa como segmentar funciones, adoptar modelos híbridos o multi-cloud, mantener el control local sobre planos críticos. Ejemplos como el de AT&T, que ejecuta el core en Azure pero sobre hardware propio, o el de Telefónica en AWS con soluciones on-premise, evidencian la preferencia por soluciones pragmáticas y no la fe ciega en la nube pública.

A esto se suma la presión regulatoria, que en mercados como Reino Unido—con la Telecom Security Act—fija límites estrictos ya que la disponibilidad y la soberanía sobre los datos no son negociables. Para los operadores, la responsabilidad ante un corte sigue siendo propia aunque la causa sea externa. Depender de terceros no exime al operador ante el regulador ni ante sus clientes.

La enseñanza de 2025, sumada a las lecciones de AWS y Azure, es clara, la resiliencia no es resultado de promesas ni de contratos, sino de estrategias que combinan diversidad, redundancia y capacidad real de anticipación y aislamiento. El core móvil será nativo en la nube, sí, pero bajo un modelo de confianza progresiva y verificación constante. Sólo sobrevivirán quienes integren el riesgo como parte del modelo operativo, inviertan en arquitectura robusta y exijan transparencia absoluta a sus socios cloud.

Porque en este negocio, la verdadera ventaja será la capacidad de recuperarse y aprender antes que los demás de los fallos propios y de terceros.

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Cuenta con más de 22 años de experiencia cubriendo el sector de las telecomunicaciones para América Latina. El Sr. Junquera ha viajado constantemente alrededor del mundo cubriendo los eventos de mayor relevancia para la industria en América, Europa y Asia. Su experiencia académica incluye un BA en periodismo escrito por la Universidad de Suffolk en Boston, MA, y un Master en Economía Internacional en la misma institución.

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