¿Swisscom rompe el molde? Lecciones de soberanía para los operadores latinoamericanos

Cuando la red vuelve a ser estratégica, ignorar las señales de Europa puede dejar a América Latina fuera de juego.

Durante más de una década, en los mercados más avanzados, la narrativa fue clara: las telcos debían simplificarse. Reducir su papel al de conectores eficientes y delegar el resto. La seguridad, la experiencia y la innovación, entre otros, vendría desde la nube, con vendors especializados, ágiles y globales.

Fue un relato conveniente —para muchos— y hasta cierto punto funcional. Pero como toda hegemonía, comenzó a revelar sus grietas. Y en medio de ese desgaste narrativo, Swisscom acaba de hacer algo que podría incomodar a algunos como es recuperar el control. No el control metafórico de los discursos de transformación digital, sino el control real, tangible, jurisdiccional. Lo ha hecho lanzando beem, una solución SASE soberana, integrada directamente en su red fija y móvil, operada en sus propios data centers suizos y con cada paquete de datos bajo supervisión nacional. No parece disruptivo. Pero lo es.

Para operadores en América Latina, donde la transición a la nube y los servicios gestionados aún presenta una realidad más heterogénea —marcada por limitaciones de infraestructura local, niveles dispares de madurez tecnológica y menor presión regulatoria en soberanía digital—, este tipo de maniobras puede parecer lejano. Pero vale la pena observar el precedente. Porque incluso si la externalización no ha alcanzado el mismo grado que en Europa o Norteamérica, la tendencia es clara y depender de terceros se ha vuelto la norma en múltiples capas de la cadena de valor.

La industria llevaba años hablando de SASE como la convergencia inevitable entre conectividad y seguridad, impulsada por el auge del trabajo remoto, la expansión del cloud y el colapso del perímetro tradicional. El modelo propuesto por Gartner y ejecutado por vendors como Zscaler, Palo Alto o Cisco, entre otros, consistía en ofrecer inspección y control de tráfico desde POPs distribuidos globalmente, con arquitecturas mayormente SaaS. El beneficio: agilidad, escalabilidad, simplicidad operativa. El costo: renunciar a saber con certeza dónde, cómo y quién inspecciona el tráfico. El compromiso funcionó, hasta que dejó de hacerlo.

Lo que Swisscom propone con beem es un contramodelo. O, más exactamente, una reconfiguración del modelo dominante. No se trata de abandonar la arquitectura SASE, sino de reescribir sus fundamentos y reemplazar POPs externos por infraestructura propia, reemplazar inspección delegada por inspección autogestionada, reemplazar apps por autenticación desde la SIM y reemplazar “conveniencia distribuida” por “control centralizado”. Y no es que el modelo tradicional de SASE esté roto, es que no puede cumplir con los requisitos de sectores altamente regulados, que necesitan certeza jurisdiccional, trazabilidad forense y autonomía operativa.

Esa es la palabra clave que se repite: autonomía. beem no es solo un producto, es una respuesta a un contexto donde los operadores ya no pueden seguir comportándose como si el cumplimiento normativo fuera un detalle técnico. Regulaciones como GDPR y la directiva NIS2 están redefiniendo qué significa ser un proveedor confiable. Ya no basta con ofrecer cifrado y cumplimiento de SLAs. Se exige demostrar que el dato no cruza fronteras sin consentimiento, que nadie ajeno puede acceder a él, y que, en caso de incidente, la trazabilidad sea absoluta. Para un operador europeo, esto no es opcional. Es existencial.

Y sin embargo, esta no es una historia sobre reguladores imponiendo límites. Es una historia sobre operadores que ven en esos límites una oportunidad para reposicionarse. Porque si algo ha quedado claro tras años de adopción acelerada de servicios en la nube es que la soberanía digital no se construye con términos de servicio, sino con arquitectura. Swisscom lo entiende. Y en lugar de delegar la confianza en un vendor, la ofrece como servicio propio.

Ahora bien, sería ingenuo pensar que este gesto marca un punto de inflexión irreversible en la industria. beem no reinventa SASE desde lo funcional y la innovación no está en una nueva forma de inspeccionar tráfico ni en algoritmos de detección más precisos. Está en el dónde y en el quién, no en el qué. Es decir, en la jurisdicción y en la gobernanza, no en la mecánica. En ese sentido, su impacto puede ser más narrativo que sistémico. Su apuesta es simbólica, y su alcance, aún incierto.

Además, la mayor parte del mercado empresarial —especialmente pymes— sigue priorizando otras variables como coste, facilidad de gestión y disponibilidad inmediata. La soberanía digital, por muy relevante que sea en ciertos sectores, todavía no escala como argumento universal de compra. Swisscom, con su enfoque centrado en entornos altamente regulados, podría estar construyendo una solución excelente para un nicho, no para el grueso del mercado.

Esto no significa que todos deban seguir el mismo camino. Hay un motivo por el cual la mayoría de los operadores siguen confiando en soluciones de SASE multitenant, gestionadas desde clouds públicos o desde POPs de terceros y es porque son más rápidas de desplegar, más fáciles de mantener y, en muchos casos, suficientes para entornos menos exigentes. Lo que hace beem es mostrar que, en ciertos contextos —gobierno, salud, finanzas, infraestructuras críticas—, esos compromisos ya no sirven. Que existe demanda real por modelos que no requieran sacrificar control en nombre de la eficiencia. Y que los operadores tienen —si se atreven— la capacidad de cubrir ese vacío.

Claro que esa capacidad no es gratuita. Gestionar una arquitectura SASE soberana implica operar data centers propios, mantener talento técnico especializado, actualizar constantemente la infraestructura para estar en línea con normativas cambiantes. El precio de recuperar el control no es solo simbólico, es una carga operativa real que pocos operadores están en condiciones de asumir, especialmente en mercados donde la presión competitiva obliga a optimizar cada línea de gasto.

¿El mercado recompensará esta apuesta? A corto plazo, no necesariamente. beem no es una solución diseñada para volumen, ni para competir en precio contra soluciones enlatadas que corren sobre la infraestructura de Amazon o Microsoft. Su propuesta de valor está en otro lado que es en ofrecer seguridad sin concesiones, cumplimiento sin asteriscos, y soberanía como valor añadido. Pero su importancia no se mide en cuota de mercado. Se mide en precedentes. En mostrar que otro SASE es posible.

Según Versa, el proveedor de tecnología detrás de beem, este enfoque subraya un punto central. Describe en detalle la diferencia entre el modelo cloud-delivered —más común, más cómodo— y el modelo Sovereign SASE, que requiere despliegue en infraestructura propia, control del plano de datos, y responsabilidad directa sobre cada aspecto de la operación. Habla de “air-gapped deployments”, de “inspección in-country”, de arquitectura “self-determined”. Términos que hasta hace poco parecían reservados para agencias de defensa y bancos centrales, y que ahora aparecen como atributos diferenciadores en el portafolio de un operador comercial.

¿Exageración suiza? Tal vez. Pero no es una exageración pensar que los próximos movimientos de la industria estarán marcados por esta tensión entre eficiencia y control, entre escalabilidad y soberanía, entre tercerización y responsabilidad. Swisscom no está diciendo que su modelo sea para todos. Está diciendo que el modelo dominante ya no es suficiente para todos. Y eso, en sí mismo, es una disrupción.

Porque más allá de la arquitectura técnica, lo que beem insinúa es un cambio de identidad. Un intento por parte de un operador europeo de recuperar algo que parecía perdido: la capacidad de ser no solo transportista de datos, sino también custodio de confianza. Si esa narrativa prende —y si el contexto sigue alimentando la desconfianza hacia soluciones que abstraen el control— otros seguirán. No por imitación, sino por necesidad.

Y aunque América Latina crea que este tipo de maniobras aún no le concierne, haría bien en observarlas con atención. Porque si algo enseña beem, es que los operadores todavía tienen margen para redefinir su papel en el ecosistema digital. Y que perder de vista esas posibilidades puede salir más caro que intentar anticiparse a ellas.

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Cuenta con más de 22 años de experiencia cubriendo el sector de las telecomunicaciones para América Latina. El Sr. Junquera ha viajado constantemente alrededor del mundo cubriendo los eventos de mayor relevancia para la industria en América, Europa y Asia. Su experiencia académica incluye un BA en periodismo escrito por la Universidad de Suffolk en Boston, MA, y un Master en Economía Internacional en la misma institución.

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