Una sociedad más digital, es una sociedad con más bienestar

Una de las más claras advertencias que nos dejó la pandemia fue que la falta de acceso a servicios de telecomunicaciones acrecienta las desigualdades sociales y económicas. La esencia de la conectividad sólo pudo ser percibida en esos momentos de crisis, donde lo digital se convirtió en la única manera de continuar con nuestras actividades más indispensables.

No obstante, no todos tuvieron acceso a estos servicios. Aún hoy, las zonas más pobres y apartadas de los centros urbanos carecen de acceso a Internet. Según el reporte “Nuevas dinámicas de la gestión de infraestructura de telecomunicaciones en América latina”, realizado por SmC+, los países de la región tienen un nivel de acceso a Internet inferior al promedio global.

En América latina 40 millones de personas viven en lugares sin cobertura de Internet, que representa el seis por ciento de la población de la región. Además, sigue existiendo una brecha entre zonas rurales y urbanas. Sólo el 33 por ciento de las personas que viven en zonas rurales tienen acceso a Internet en sus hogares, contra el 65 por ciento de los hogares urbanos. Esta brecha de 32 puntos porcentuales es mayor que en otras regiones, en las que se observan sólo siete y 14 puntos porcentuales en Europa y a nivel global, respectivamente.

Estas desigualdades digitales, a su vez, impiden que las sociedades puedan acceder a otros derechos primordiales como la educación, servicios financieros o incluso la salud. En breve, una sociedad con pleno acceso a servicios de telecomunicaciones es una sociedad más igualitaria e incluyente.

¿Cómo lograremos, entonces, reducir cada vez más esas brechas digitales, que permitan a las sociedades mayores niveles de bienestar?

Desde el sector privado, nos toca seguir invirtiendo en infraestructura y servicios de telecomunicaciones, para llevarlos a donde se requieren. De acuerdo con un estudio del BID, GSMA y Frontier Economics, de 2018 y sobre 12 países de América latina y el Caribe, se concluyó que un aumento general de la inversión en telecomunicaciones tiene efectos directos cuantificables sobre la reducción de la pobreza, el aumento de la esperanza de vida, la reducción del hambre y de las desigualdades, e incluso en la disminución de las emisiones de dióxido de carbono.

A las empresas también nos toca seguir haciendo inversión social en aquellos lugares en donde no hay Internet y donde las personas no saben utilizarlo. Esa es la brecha más preocupante: que las personas no estén accediendo a servicios de telecomunicaciones, sólo por el hecho de no tener las habilidades necesarias para ello. De acuerdo con un estudio, disponible aquí y realizado por el Bando Interamericano de Desarrollo (BID), el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y Microsoft en zonas rurales de América latina, casi el 38 por ciento de las personas que viven en esas zonas no utiliza Internet porque no sabe cómo usarlo.

La inversión social para apoyar y mejorar las habilidades digitales de los latinoamericanos es una tarea que no tenemos que hacerla en solitario. Las alianzas entre el sector privado son una excelente forma de crear proyectos con mayor impacto. Y si, además, logramos incluir a otros aliados como los gobiernos y el sector social, podremos crear proyectos sostenibles y escalables que aceleren nuestra llegada al objetivo común de lograr una sociedad latinoamericana que vea en lo digital, la oportunidad de mejorar su vida e incrementar su bienestar.

La pandemia ya nos advirtió de las desigualdades que puede generar la falta de conectividad y habilidades digitales. Está en nuestras manos sumar esfuerzos para lograr mayor inclusión digital. Estamos a tiempo para trabajar por el desarrollo de todos y seguir construyendo una sociedad equitativa e inclusiva.

Rodrigo Jiménez Castellanos es vicepresidente de Asuntos Públicos para América Latina en American Tower Corporation (ATC), cargo que desempeña desde 2013. Posee dos décadas de experiencia en el área de asuntos públicos y corporativos de diferentes industrias (como minería, servicios financieros y productos de consumo masivo).

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