Piratería: no hay que matar al perro para acabar con la rabia

La defensa de la piratería es una premisa compartida por las autoridades de todos los países, al menos desde el discurso. Entran en este juego actores de múltiples industrias y aspectos económicos, judiciales y hasta culturales. El tema es tan amplio que para analizarlo resulta inevitable segmentarlo y concentrarse en solo una de sus verticales, por lo que en este caso la atención estará puesta en defectos y ¿virtudes? que presenta para la industria de telecomunicaciones.

Las soluciones que encuentran las autoridades a cargo parecen no estar a la altura de las necesidades, al menos así es si se contemplan los distintos estudios que dan cuenta que la piratería se mantiene como un actor importante en múltiples industrias y crece año a año tanto en cantidad de sitios ilegítimos como en el dinero que producen. En el sector, la idea de que el contenido es el rey ganó fuerza —empujada por los caballos de los OTT— pero tener el mote de rey en piratería no es tan buena noticia.

La piratería online encontró en las multas y las sanciones su mayor, pero al momento insuficiente resistencia. Chile, por ejemplo, aplicó recientemente cambios a la ley de telecomunicaciones para endurecer penas contra los responsables de la decodificación ilegal de TV satelital. Fuera de la justicia, algunos proponen apuntar a lo cultural con charlas en las escuelas sobre propiedad intelectual y derechos relacionados y otros consideran que otra forma de desincentivarlo es quitar la publicidad de sitios ilegales que funcionan bajo ese modelo de negocio.

La complejidad del asunto lleva a la conclusión de que combatir la piratería no es asunto que esté entre las facultades ni en las posibilidades de los operadores del sector. Ejemplo de esto es que Roku ganó una nueva batalla en la justicia mexicana y podrán comercializarse sus dispositivos a pesar de la denuncia que le interpuso Cablevisión (Televisa) por supuesta colaboración de la empresa en la piratería de contenidos.

Hay tres salidas posibles para responder sobre la influencia de la piratería sobre los responsables de contenidos no piratas, incluyendo en la lista tanto a operadores como a sus nuevos amigos los OTT. La primera es que no afecta a la industria, la segunda es que tiene consecuencias negativas y la otra es que tiene consecuencias positivas. La posición en que fueron mencionadas las opciones tiene un sentido más estético que de aceptación por parte de la industria.

Un estudio reciente con foco en Reino Unido indica que casi el 35 por ciento de los encuestados dijo que recurre a la piratería de contenido porque lo que buscan no está disponible en plataformas legales. Los más optimistas pueden ver esto como una oportunidad ya que aquí quedan de lado otras posibles razones como el precio o el miedo de utilizar la tarjeta de crédito en medios online. Aseguran que la competencia contra la piratería está en la cantidad y, más aún, la calidad de las propuestas ofertadas.

El punto que considera a la piratería como un mal crónico para la industria es la conclusión más recurrente en las discusiones del sector y puede argumentarse desde algunos lugares. Si la piratería fuera un operador de televisión paga estaría casi siempre en el top cinco en cada uno de los mercados latinoamericanos. Representa, por ejemplo, el 25 por ciento de las conexiones en Bolivia, un 23 por ciento en Nicaragua y un 22 por ciento en Honduras. En contenido, las transmisiones deportivas son las más apuntadas por quienes intentan erradicar los contenidos clandestinos.

En Perú, por ejemplo, se estima que hay 59 web de películas y otras 30 de eventos deportivos gratuitos que violan los derechos de autor. Registran, en conjunto, unos tres millones de usuarios. Según estudios de JP Partners replicados por El Comercio hay alrededor de 1,3 millones de hogares peruanos que podrían suscribirse al servicio de televisión paga si, entre otras cosas, se erradica la piratería. Pero, ojo, ya se ha visto que no todos los adeptos a contenidos no autorizados contratarían algún servicio legal si los otros no existieran.

La llegada de Netflix y otros como HBO no hizo caer la piratería, dice Muso como una de sus conclusiones de su estudio para 2017. La frase sirve para llegar a la tercera y última de las hipótesis: la piratería crece al ritmo del resto y hasta potencia a otras plataformas. HBO llegó a esa conclusión hace unos años, cuando dijo que los sitios ilegales son el nuevo boca a boca y le ahorra gastos en publicidad funcionando como una suerte de tráiler de los contenidos que pueden encontrarse en su plataforma paga. Esta visión presenta una madurez que resulta compleja de asimilar pero puede tomarse como un buen final de una serie que tendrá nuevas temporadas.

Con entes fuera del sector con la responsabilidad de ocuparse de la parte legal, queda para la industria concentrarse en revertir la tendencia a la baja en la base de televisión paga, mejorar los contenidos para adaptarlos a las necesidades de los usuarios y encontrar herramientas para romper con el cord-cutting. ¿Y si la respuesta está en entender los hábitos de los consumidores piratas para poder convertirlos en clientes? Hay más preguntas que respuestas para una película con final abierto.

Nicolás Larocca es Técnico Superior en Periodismo (TEA) y Locutor Integral (ISER). Durante su carrera profesional se desempeñó en diferentes medios radiales, digitales y en gráfica como productor de contenidos, redactor y analista. Tiene conocimientos en comunicación interna, deportes, bancos y seguros, y desde 2013 se especializa en el mercado de las telecomunicaciones a escala regional.

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