“Es bueno, para emergencias y porque no tengo teléfono en casa”

Cuando en toda la región se habla del crecimiento en la penetración de smartphones, de la banda ancha móvil y se buscan mecanismos para fomentar competitividad en mercados saturados, Cuba llega a los titulares de los diarios para darnos una pausa y bajar la vorágine que rige en el sector de las telecomunicaciones. En sólo tres años alcanzó una penetración del 10 por ciento, y si bien el remarcar como positivo la baja penetración parece algo contradictorio, para Cuba es un logro importantísimo.

Es que allí hay que repensar todo y ni los días que los hermanos Castro llevan en el poder alcanzarían para explicar los factores que determinan la situación actual. No se puede tomar un atajo en el análisis y optar por hacer un paralelismo entre modelos de otros países, ya que ni siquiera naciones que en su momento estuvieron ideológicamente en la misma vereda reúnen las características únicas de la Isla—habría que ir a Corea del Norte y nos queda muy lejos—. Cuba es única, ya lo dicen las agencias de turismo al mostrarnos las playas que se ubican a la misma altura que Miami en el planisferio. Cuba es un paraíso de incógnitas y dificultades, en donde de a poco, el timbrar de celulares comienza a multiplicarse.

Si bien la telefonía móvil en Cuba existe desde 1991, el servicio estuvo siempre restringido a los extranjeros, médicos y altos funcionarios del gobierno. Al menos esto era lo que marcaba la ley y, si algún aventurero quería trampear la normativa, enfrentaba la enorme dificultad de costear el servicio que promediaba los 120 dólares.

Un quiebre en esta historia fue hace tres años, cuando Fidel Castro debió abandonar el poder por problemas de salud. El líder cubano ya lo había adelantado: “que no se preocupen los vecinitos del norte, que no pretendo ejercer mi cargo hasta los 100 años”. Aunque no aclaró que su hermano Raúl lo sucedería en el cargo. Es que hasta ese momento se pensaba que con el alejamiento de Fidel comenzaría una nueva historia. Cuando la suerte de un país depende de en un sólo hombre -y de un bloqueo atroz-, es imposible hacer un panorama a futuro y, quien lo haga, tendrá la misma credibilidad que aquellos que adivinan nuestro destino a cambio de pocos dólares.

Si bien Raúl Castro no cambió radicalmente la postura, dio los primeros pasos necesarios para expandir las telecomunicaciones. Bajó a 30 dólares el costo para dar de alta un celular y permitió que cualquier ciudadano accediera legalmente a un celular. En 2008, la empresa estatal de Telecomunicaciones de Cuba S.A. (Etecsa) -en la que Telefónica de Italia tiene una participación del 27 por ciento- anunció la disponibilidad del servicio para cualquier habitante de la isla.

Cuando uno vive rodeado de dispositivos para comunicarse, resulta difícil imaginar cómo habrá sido la reacción de los cubanos que nunca tuvieron un celular en sus manos. Para ponernos en situación me atrevo a relatar una anécdota que contó el actor argentino Ricardo Darín que sirve para entender un poco más la idiosincrasia de la isla.

El actor recordó un festival en La Habana, donde estaban presentado “El hijo de la novia” -ganadora del Oscar-. El filme relata varias escenas enternecedoras de una anciana con Alzheimer y seguramente quien la haya visto tendrá algún pasaje preferido de Darín, Norma Aleandro o Héctor Alterio. Sin embargo, los cubanos se deleitaron con la escena en que padre e hija almuerzan en un local de McDonald’s. “Cuando apareció en la pantalla grande un primer plano mostrando un mordisco a un Big Mac, todo el público hizo una expresión de deseo increíble”, contó el actor como curiosidad durante una entrevista.

Es que las percepciones y las sensaciones cambian según la cultura, hasta el punto tal de sorprenderse y anhelar la hamburguesa más conocida del mundo entero—y posiblemente la menos favorable para la salud—. Algo similar pasaba con los celulares. Tenerlos era imposible y verlos era un gusto que pocos se daban.

Según cifras que revela la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), en 2007 existían 198.000 líneas y un año más tarde la cantidad de abonados subió a 330.000. Esta semana, la ODE confirmó que el 2010 cerró con más de un millón de móviles, lo que significa una penetración del 10 por ciento.

Etecsa comercializa los dispositivos y el bloqueo que Estados Unidos mantiene sobre la isla hace que los teléfonos resulten caros al no poder adquirirlos de fabricantes internacionales como Nokia, Motorola o Samsung, algo que no ayuda a reducir la brecha. Es decir, no es un mero capricho cubano la baja penetración del servicio.

En un análisis macro de la situación política y social de Cuba no sería descabellado, pero sí oportunista y sesgado, condenar a Cuba por su papel en las telecomunicaciones. Sin embargo, hay que resaltar que el mundo ha cambiado -si se quiere incluso a favor suyo, en América Latina abundan los gobiernos de centro-izquierda- y que es hora de emprender nuevos desafíos. Dicen que uno de joven es de izquierda por la rebeldía de la edad, la ambición de querer cambiar las cosas y convencerse de que todo es posible y que con el pasar del tiempo, los años traen algunas frustraciones, el sistema nos intoxica, y las ambiciones y perspectivas cambian.

Lejos estoy de asegurar que la madurez es sinónimo de una ideología de derecha, pero Cuba debe aceptar ciertas derrotas, congraciarse con sus victorias, adaptarse al nuevo mundo, aprovechar el impulso y el sesgo ideológico de la región e ir por más.

A lo largo de su historia consolidó -por ejemplo- un servicio de medicina y hospitales públicos que son envidia de cualquier estadounidense y cabe preguntarse qué es más importante. Los del primer mundo desearían un sistema de salud pública como el de la isla de Fidel, mientras que los isleños envidian la conectividad del resto del planeta y comer hamburguesas gringas.

Llegó la hora de no tener que elegir uno para resignar otro. Hace pocos días, el presidente de Venezuela viajó hasta Cuba para operarse por su anunciado cáncer. Punto para la medicina cubana. La “visita” del venezolano se dio luego de que el Ministro del Poder Popular para Ciencia, Tecnología e Industrias Intermedias de su país, Ricardo Menéndez, confirmara que el cable submarino de fibra óptica que une a Venezuela comenzará a operar por estos días. Ojalá sea un punto para las telecomunicaciones cubanas a las que no les iría mla recibir varios miles de unidades del Vergatario, el celular que fabrican Venezuela y China.

Al comienzo adelantaba que era difícil trasladar la situación de otros países a Cuba. La alguna vez comunista China ahora es potencia mundial, pero mientras que el gigante asiático impone multas para que las familias no tengan un segundo hijo, en Cuba la media de edad de la población es cada vez mayor. Es que los jóvenes salen al extranjero en busca de nuevas oportunidades y las parejas limitan su número de hijos debido a los bajos sueldos.

Cuba no puede darse el lujo de continuar con el éxodo de jóvenes y debe aprovechar el mapa político de la región, donde los estados con fuerte participación en la economía local buscan maneras de convivir con el sector privado en pos de un bienestar general. “Es bueno, para emergencias y porque no tengo teléfono en casa”, comentó una mujer cubana la agencia AP. Claro que es bueno. No es frívolo, ni capitalista, ni de derecha. Es la oportunidad de poder comunicarse con quien se quiera, un derecho de todos.

César Salvucci es un periodista argentino egresado del instituto Taller Escuela Agencia (TEA) y actualmente cursa la carrera de Ciencias Políticas en la Universidad de Buenos Aires. Sus primeros pasos en el periodismo fueron en el área cultural, dentro de la Fundación Proa. Más tarde trabajó en la redacción del diario Clarín y luego se destacó como cronista televisivo para el portal Prensa Política, donde siguió de cerca la agenda nacional e internacional entrevistando a las figuras más relevantes de la esfera política. Ahora forma parte del canal de noticias CN23 y desde mayo de 2011 escribe para TeleSemana.com haciendo foco en los sucesos más importantes del sector de las telecomunicaciones en América Latina y el Caribe.

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