Dicen que el mal de muchos solo consuela a los tontos. Aplicado a telecomunicaciones no parece exactamente así: a veces las realidades de un mercado se explican por la tendencia mundial en un determinado sector. La televisión paga está a la baja en casi todos lados, por ejemplo.
La TV paga en Brasil sufre cada vez un poco más. El número de accesos sigue a la baja y se presenta una cifra comparable con la de febrero de 2013. La curva se ve decreciente, con algunas excepciones mensuales, desde finales de 2014 y nadie parece estar a salvo: todos los grupos mostraron pérdida de usuarios en los primeros seis meses del año. Esta situación también la atraviesan otros países y, aunque algunos le echan culpas a los OTT, está más que claro que las causas son, también, precios y falta de adaptación.
La comparación solo expone más al país, pues es uno de los dos peores mercados de Latinoamérica en penetración del servicio. Según Dataxis el 24,3 por ciento con el que cerró 2018 lo ubicaban anteúltimo, detrás de Bolivia, y muy por debajo del promedio regional de 39,6 por ciento. Hoy el regulador Anatel habla de una densidad sobre hogares de 24 por ciento. Para peor, hay una desigualdad notoria entre las regiones: en el Distrito Federal accede el 45,3 por ciento de las casas y en Tacantins el 7,9 por ciento.
Esto genera un desafío, que parece estar más claro en las gráficas que en la agenda de los operadores. Llegar al 76 por ciento de los hogares que hoy no tienen TV paga en Brasil es una meta que hasta ahora nadie ha se ha puesto. Ni siquiera alguien ha dicho que busca llevar la penetración por encima del 60 por ciento como la que a la fecha tienen Chile, Argentina o México.
Sin desafío planteado, la baja penetración ofrece una oportunidad de ganar terreno para los que están atrás, de consolidarse a los que van adelante y del surgimiento de pequeñas empresas que cumplan lo que exigen los clientes. Esto suponiendo que la calidad de la oferta fuera el único problema en Brasil y sin hablar de que, como se sabe, la crisis económica local provocó la desconexión de algunos abonados.
Casi nadie en Brasil se ha perdido aliarse con un OTT para robustecer su oferta de negocio. Eso no funcionó del todo, parece, porque a junio había 16,7 millones de abonados y diciembre de 2018 terminó con 17,5 millones. En los últimos doce meses la base cayó por encima del 6,8 por ciento.
En el listado de anuncios aparece como el más reciente el de Claro, que unificó sus marcas para ser más eficiente y coordinar de menor manera sus ofertas. Oi, en tanto, tomó nota de la baja de usuarios y anunció que dará su servicio VoD para no clientes. Así reaccionaron la primera y la tercera del mercado; en segundo lugar está AT&T/Sky.
Telefónica, por su parte, tomó hace tiempo la decisión de dejar de invertir en DTH, una tecnología que perdió cuatro puntos de participación en los últimos doce meses. DTH sigue dominando, por ahora, con el 53 por ciento de accesos. Esto también fue resultado de una inversión en fibra de todos los operadores, que elevó la cuota de esa tecnología hasta el 4,2 por ciento a junio de 2019. Un año atrás era de 3,3 por ciento y a mediados de 2017 de 1,9 por ciento.
En este contexto, entonces, los operadores deben decidir si toman la realidad como un desafío, una oportunidad o simplemente lo asumen como parte de un contexto inevitable del que no pueden escapar. Si toman alguno de los dos primeros caminos deberán poner en marcha estrategias eficientes que le permitan poner el barco de nuevo en movimiento y, caso contrario, simplemente tendrán navegar hasta que pase la tormenta, a consciencia de que quizás no pase jamás.
