En esta nueva era en la que el cambio es constante, la transformación digital de una compañía en el corto y mediano plazo será la única opción para no desaparecer. Para que nos hagamos una idea, de acuerdo con el índice de S&P 500, en 1964 el promedio de vida de una empresa era de 33 años, de 24 años en el 2016 y para el 2027 se espera que sólo permanezcan 12 años en promedio. En ese sentido, la innovación y la apuesta por la digitalización serán claves para mejorar la productividad y la competitividad, ya sea para las grandes empresas como para los pequeños negocios.
Uno de los factores fundamentales para que las empresas se digitalicen pasa por empezar a maximizar sus recursos y capacidades a través de la nube o los servicios cloud. Para emplear al máximo las soluciones de la nube, lo primero es definir bien las necesidades que la empresa tenga, de esa forma se facilita la selección del tipo servicio requerido. La nube simplifica a las organizaciones la incorporación de tecnología al permitir un consumo que va acompañando el crecimiento del negocio. Quizá lo más importante es que no se requiere realizar grandes inversiones. Hoy, las empresas en la región ven a la nube como un ecosistema que permite un crecimiento flexible con una gestión óptima de costos, agilizando y adecuando la operación de acuerdo con sus requerimientos.
Hoy, una cloud pública es un modelo de servicio en la web en el que el proveedor que ofrece el hospedaje brinda recursos compartidos, ya sean servidores, almacenamiento y servidores de aplicaciones. Es decir, es un espacio en el que se comparten recursos en el que diferentes clientes usan los mismos recursos de infraestructura tecnológica. Este servicio se ofrece por diversos proveedores. Por ejemplo, en Movistar Empresas tenemos soluciones de nube pública e híbrida a través aliados como Azure, Huawei Cloud, Google Cloud, AWS y VDC –nube propia de Telefónica basada en tecnología VMWARE- y ya contamos con más de 1.700 clientes con estos servicios.
Hoy vivimos casi en simultáneo la tercera y la cuarta revolución industrial. Por ejemplo, nuestra generación ha vivido la experiencia analógica de llamar un taxi por una teleoperadora, así como pedirlo por una aplicación en el smartphone, y de seguro en un tiempo no tan lejano, subirnos a un vehículo autónomo con altos niveles de seguridad. Para lograr todo esto, las diversas tecnologías, como el cloud, ciberseguridad, IA, las redes de comunicaciones de nueva generación, entre otras, deberán ser integradas armónicamente por expertos capacitados de empresas que tengan al capital humano como una pieza clave.
Sólo las empresas que logren incorporar la tecnología en el “end to end” de su cadena de valor, trabajen de forma ágil, que se transformen digitalmente con foco en el cliente e innovando constantemente, serán aquellas que podrán subirse a la ola de la revolución digital y ser competitivas en un entorno cada vez más globalizado y con un cliente mucho más exigente de soluciones rápidas, simples y flexibles. Hoy mismo estamos asombrados por lo que podemos llegar a desarrollar basados en tecnologías de IA como GPT-4, incluso llegar a redefinir una industria completa como la de los buscadores de Internet, que la creíamos consolidada en un gran actor global.
La transformación digital de una compañía no es un proceso de consolidación sino un cambio permanente. El reto está en mantener el ritmo del cambio a la par de la evolución del ecosistema digital.