El Sur y una propuesta propia para organizar las telecomunicaciones

Van germinando las semillas de la Unasur con el reciente anuncio de la creación de la Organización de Telecomunicaciones de las Américas (OITA). Este anuncio da para pensar dos cuestiones: si los Gobiernos de los países miembros podrán ajustar sus políticas públicas para el sector y romper con la concepción, infinitamente demostrada, de ineficacia del Estado en los servicios públicos masivos; y si lograrán que esto sobreviva, no sólo a los siguientes Gobiernos de turno, sino a los propios actuales.

Ninguno de esos países está, ni estará, en condiciones de afirmar y demostrar una ruptura plena con esa idea del Estado en los servicios públicos, pero hay intenciones de andar ese camino. En los últimos, quizás, seis años los países miembros de OITA han realizado importantes aportes y avances para el sector, aun en medio de sus propias contradicciones.

Mientras Antel ratifica su anacrónico monopolio avanza a paso firme en el despliegue de infraestructura de fibra óptica. La interconexión entre Paraguay y Bolivia por medio de fibra, a pesar de haberse alcanzado un acuerdo luego de muchas idas y venidas, sigue esperando. Pero, desde su nacionalización, Entel Bolivia cuadruplicó la cobertura celular en zonas rurales y el Estado sigue trabajando para la puesta en órbita en diciembre de 2013 del satélite Túpac Catari. Otro gran desafío de la región ha sido la llegada del cable de fibra óptica a Cuba, no sólo por la magnitud del despliegue, sino por el peso simbólico que ello implica.

OITA no solo surge en medio del éxito de los sitios de compras colectivas en Latinoamérica, sino que puede mirársela como la TeleSur de las telecomunicaciones, como otra consecuencia de las políticas públicas multiestatales de la región. Una asociación pública interesante, en su situación actual, porque puede llegar a convertirse en una usina de desarrollo propio y, por primera vez, desde casa. El propósito, afirmaron los miembros, es comprar más barato, claro, pero también se apunta a la construcción de NAPs regionales, a la armonización de las decisiones de los Gobiernos para adoptar, adaptar y desarrollar tecnologías, ya por caso tenemos de ejemplo a la ISDBT, y a un ambicioso proyecto de una red de fibra óptica latinoamericana.

El principal desafío de esta asociación multiestatal no será superar las propias contradicciones de la región, característica propia de la cultura híbrida latinoamericana, sino cómo hacer para que las empresas estatales crezcan en este contexto y que este crecimiento también alcance a los operadores privados.

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