Altán está a punto de quebrar en México y de llevar al infierno la intención de la conectividad móvil para todos

De buenas intenciones está hecho el camino al infierno, dice el sabio refranero popular. Y es lo que pareciera que está sucediendo con Altán, la Red Compartida de telecomunicaciones orientada de México a llevarle conectividad al 92 por ciento de la población pero, a cuatro años de su puesta en marcha, se quedó sin dinero. Su infierno es financiero y tiene efecto derrame.

La noticia fue dada a conocer por El Universal que señaló que la empresa pidió rediseñar el plan y prorrogar la fecha a 2028. Esta solicitud debe ser aprobada por el gobierno federal, el IFT y publicarse en el Diario Oficial de la Federación (DOF). Hasta el momento, la empresa alcanzó una cobertura de red del 61,1 por ciento, equivalente a 68 millones de habitantes, mientras que el restante 30,71 por ciento, es decir, 34 millones de personas serán tocadas recién en siete años.

La Red Compartida con la que el Gobierno mexicano se propuso conectar al país nació con todas las buenas intenciones jamás imaginadas, al menos desde la política. Hasta tuvo un premio en el Congreso de Móviles de Barcelona, allá por 2016. Pero así como sumó adhesiones de organizaciones de envergadura para su puesta en marcha, también generó rechazos de parte de las mismas jugadoras del sector que la objetaron desde el principio. Hoy su profecía podría cumplirse: el infierno está cerca.

La historia de Altán, tal como está hoy, dispara varias aristas. Es necesario hacer una breve historia para explicar en dónde está y qué podría suceder a futuro. La Red Compartida surgió en el marco de la reforma de las telecomunicaciones, entre 2014 y 2016. Consiste en una red móvil 4G orientada a dar servicio de buena calidad y bajo precio para llegar a zonas no alcanzadas por los operadores tradicionales y cuyo modelo de negocios es exclusivamente mayorista (wholesale). La idea era que los distintos operadores de telecomunicaciones se apoyaran en esa nueva infraestructura para dar sus servicios. Altán obtendría sus ingresos de la venta de la capacidad de esa red y llegaría a todo México.

Un consorcio conformado por Morgan Stanley, la Corporación Financiera Internacional, el fondo de capital privado China-México, Banamex, Grupo Multitel, Megacable y Axtel, entre otros, ganó en 2016 la concesión a 20 años de esta red. Y el grupo prometió inversiones por 7.200 millones de dólares.

A cinco años de ese anuncio, su inserción en el mercado de las telecomunicaciones es más que pobre. Telefónica-Movistar tiene montados sobre esa red apenas unos 250.000 clientes. A ellos se suman los pertenecientes a la más de media docena de Operadores Móviles Virtuales (MVNO) que actúan en el país y que suman más de dos millones de clientes. Es decir, que sobre un mercado de más de 120 millones de líneas activas, las que operan sobre la Red Compartida no alcanzan siquiera un dos por ciento de participación. Telcel, Movistar y AT&T son los responsables de más del 96 por ciento de las conexiones de los mexicanos.

¿Cómo es que, a cinco años de un proyecto que apuntaba a federalizar internet, que sólo tendría espíritu mayorista y que contaba con el apoyo político tanto como con la espalda financiera de actores de peso para el desarrollo de esa red, hoy esté a punto de quebrar, a punto de cruzar las puertas del infierno?

Cuando se conoció, el proyecto de Altán Redes era particularmente atractivo por el modo romántico en que se aseguraba darle conectividad a todo un país a través de una única red con objetivos bien definidos. El hecho de tener rango constitucional y espectro en la banda de 700 Mhz anticipaba que, además, se garantizaría una cobertura de calidad.

Es aquí donde aparece uno de los primeros problemas de la Red Compartida. Desde la GSMA recordaron que este proyecto nació en el marco de la reforma constitucional que creó el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) donde una red mayorista en la banda de 700 Mhz está dentro de la carta magna. “Al darle rango constitucional se metieron en un brete porque hay 90 Mhz que están siendo altísimamente inutilizados y para hacer algo hay que impulsar una reforma constitucional”, confiaron fuentes que siguen el caso de cerca.

En otras palabras, la Red Compartida tiene un espectro envidiable, muy pocos clientes y una deuda que supera los 850 millones de dólares, según cifras que dio a conocer El Financiero.

Uno de los problemas que tiene es que la promesa de que los operadores móviles con presencia en el mercado le comprarían capacidad no se cumplió. En verdad, nunca les gustó que se activara una cuarta red con espectro propio. Y la ignoraron.

¿Por qué tanta maldad? Hay quienes cuestionan el mismo despliegue de su red: que Altán lo hizo por las zonas que ya tenían cobertura, como las áreas densamente pobladas. ¿Qué prestador le compraría capacidad en donde ya tiene red propia? Otros señalan que los precios no eran lo suficientemente atractivos como para recurrir a ella. Todo esto pareciera estar dando como resultado una empresa con una base de clientes poco representativa que termina teniendo el típico problema de escala que afecta a los pequeños operadores del sector de las telecomunicaciones en cualquier lugar del mundo.

Si Altán Redes cae en el infierno, también terminarán incendiados los operadores móviles virtuales, y se habrá hecho cenizas el objetivo de llegar a todo México, incluidas las localidades más pequeña. Para 2022, el plan de la operadora mayorista apuntaba a cubrir al 70 por ciento de la población, incluido un 7,2 por ciento de cobertura social, es decir, más de 82.000 localidades de menos de 250 habitantes y más de 10.000 de menos de 5.000 habitantes. Sin olvidar a 83 Pueblos Mágicos, es decir, ciudades y poblados de interés turístico.

Los casos como el de la Red Compartida de México se cuentan con los dedos de una mano en el planeta. A éste se suman tres en Africa, más precisamente, en Ruanda, Sudáfrica y Kenia.

El gobierno de Ruanda inició en 2014 un proyecto para construir una red 4G en modo mayorista a través de un joint venture con Korea Telecom (KT) que ostenta una licencia de explotación exclusiva por 25 años, y está disponible para los retailers que pueden montar sobre ella sus servicios 4G. El contrato incluye una inversión inicial de 140 millones de dólares y el objetivo era alcanzar al 95 por ciento de la población en 2020. Sin embargo, este proyecto, también cargado de buenas intenciones muestra que la adopción de los servicios 4G son muy bajos. Aparentemente, la mayoría de los usuarios prefiere a las redes 3G.

La dificultad parece pasar por el precio: 4G es muy cara y 3G resulta asequible. Los operadores móviles montados a la red 4G ofrecían servicios que, aún cuando el mayorista los bajaba, ellos no trasladaban a sus clientes.

Pero no es lo único. El líder del mercado MTN ha sido capaz de ofrecer su servicio 3G, con su propio espectro, en un mejor nivel de calidad que el 4G que le compraba a KT. Cuando sus clientes compraban un paquete para 4G y advertían que sus teléfonos se pasaban a 3G porque funcionaba mejor la tecnología más avanzada comenzó a tener mala prensa.

KT fue el único jugador que accedió a espectro para 4G, no así los restantes. Ya en ese entonces, la misma GSMA había señalado que, para comenzar, la idea de un operador mayorista estaba bien. Pero con el correr del tiempo no sería suficiente para lograr cobertura, precio y competencia. Es decir, con las buenas intenciones no es suficiente.

Para mediados de 2016, la red de Ruanda estaba disponible en 25 de los 30 distritos que posee pero la cobertura de población estimada era de sólo el 30 por ciento. La 4G no funcionaba bien y los usuarios le echaban la culpa a sus empresas proveedoras, no a KT que era quien proveía la red en sí, quien ostenta el monopolio creado por ley.

Sudáfrica tomó el modelo de Ruanda y en marzo pasado se anunció la Wholesale Open Access Network (WOAN) orientada a resolver los desequilibrios de la industria de las telecomunicaciones. El objetivo es similar a los ya descriptos comenzando por facilitar el ingreso de nuevos operadores además de alcanzar a los sectores desconectados.

Si bien el mercado africano no es igual al latino, lo cosechado hasta el momento no resultó exitoso ni a uno ni a otro lado del Atlántico. Introducir un nuevo modelo de negocios orientado a rompes los status quo vigentes, a zamarrear a los mercados acomodados se ven muy bien pero no parecieran haber despejado piedras en el camino. O, al menos,  las que se pretendían despejar.

Si en México, la Red Compartida de Altán fracasa ¿qué pasará con ese espectro? ¿Qué sucederá con esa minoría montada en su red? ¿Cómo se conectará rápidamente a los ciudadanos que habitan lugares remotos, de baja densidad de manera rápida? 2028 está muy lejos, y la brecha digital puede profundizarse todavía mucho más.

De buenas intenciones está hecho el camino al infierno. ¿Cuánto habrá que reformular para que Altán Redes zafe del cadalso?

Actualización: En la nota publicada el 27 de abril se afirmaba en el segundo párrafo que “La noticia fue dada a conocer por El Universal que detalló que el objetivo de una internet federal, previsto para 2024, ahora se corrió hasta 2028”. Para que el cambio de fecha, ya solicitado por la empresa, pueda concretarse debe ser aprobado por el gobierno federal, el IFT y publicarse en el Diario Oficial de la Federación (DOF).

Andrea Catalano es la Editora en Jefe de TeleSemana.com. Andrea es periodista y licenciada en Comunicación Social por la Universidad Nacional de Cuyo. Desde hace más de 20 años sigue al sector de las tecnologías de la información y las comunicaciones y su impacto en la economía y la sociedad. A lo largo de su carrera se ha desempeñado en prensa escrita, on line, radio y televisión.

2 Comentarios

  1. Ese articulo esta basado en los resultados financieros de ALTAN?

    • Buenos días. Los datos provienen de varias fuentes: los medios mencionados, la información publicada en Red Compartida y archivo.
      Saludos,
      Andrea

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