América latina se encamina ya de forma definitiva hacia 5G. Chile, por un lado, y Brasil, por el otro, serán los que traccionarán para avanzar un paso más en los servicios móviles, aunque ahora con el foco en los aparatos productivos. Brasil quiere firmar cuanto antes los contratos. Y Chile acelera porque, antes de que llegue el brindis de fin de año, quiere encender las primeras antenas que se ubicarán en la zona metropolitana de ese país.
Entel, WOM y Movistar, las operadoras que se adjudicaron espectro en la licitación más exitosa que registró el país hasta el momento, se apuraron en publicar los contratos apenas se los autorizó para ello. Y desde entonces, se suceden los permisos para arrancar obras e instalar antenas que, a esta altura, ya suman 377, según informó El Financiero.
El mismo medio aseguró que el 67 por ciento de esas solicitudes son para levantar torres en la Región Metropolitana, es decir, su capital, Santiago de Chile, además de áreas de la cordillera de los Andes, hacia el este, y de la llamada cordillera de la Costa, hacia el oeste. Esa zona concentra parte del transporte del Mercosur que viene desde Brasil, atraviesa la Argentina, y llega a los puertos del Pacífico. Y, luego, hace el camino a la inversa.
La industria manufacturera, la minería, el comercio, los servicios financieros, el transporte y las comunicaciones son algunas de las principales actividades que se desarrollan en esta zona. Es decir, aquí se concentra gran parte de la población chilena pero también gran parte del entramado productivo de este país. Esto explica por qué, hasta el momento, los pedidos para instalar antenas se concentran en esta región.
Si bien los pedidos y trámites se encaran con la mayor celeridad posible y la perspectiva de que, antes de que cierre 2021, se puedan encender las primeras antenas, la previsión es que el despliegue concreto y constante se produzca en 2022.
Pero claro ¿cuál será la primera empresa que emita el primer comunicado diciendo que tienen la primera antena 5G encendida? Será una carrera en la que, la primera que lo haga, ganará en impacto y en visibilidad marketinera. La hora de la verdad vendrá después. En el mientras tanto, se sucederán los anuncios de que tal o cual operadora encendió una nueva antena o varias en tal o cual lugar, y que servirá para resolver tal o cual necesidad. Un clásico que ya se ha visto con las generaciones móviles anteriores, desde 2G en adelante.
Lo cierto es que, más allá de esta competencia en la que también entrarán las compañías, en Chile se viene desarrollando un ecosistema articulado entre el sector público, el privado y la academia para que las ventajas de 5G se palpen cuanto antes. Y esto es una ventaja para la industria en su conjunto.
En declaraciones a La Tercera, el subsecretario de Telecomunicaciones, Francisco Moreno, aseguró que, de acuerdo a un estudio de OMDIA, la quinta generación móvil generará un impacto económico estimado en 207.000 millones de dólares en Chile hacia 2035. Las TICs moverán 41.000 millones de dólares, seguidas por los servicios, con 39.000 millones de dólares, la manufactura, con 29.000 millones y la minería, con 23.000 millones de dólares. La construcción también hará su aporte, en torno a los 15.000 millones de dólares, mientras que el comercio se moverá alrededor de los 10.000 millones de dólares. Es decir, tantos los sectores de la producción como de los servicios se verán beneficiados.
Las universidades chilenas también serán protagonistas de esta evolución móvil. Los campus instalados en conjunto con las empresas permitieron instalar laboratorios de prueba que, además de impulsar la innovación, permitirán ensayar una y otra vez las mejores soluciones para implementar a nivel industrial y de servicios.
La Universidad de Chile, la Pontificia Universidad Católica de Santiago y también la de Valparaíso, la Universidad Andrés Bello, la de Concepción, todas se han articulado junto con las operadoras móviles para crear instancias de investigación colaborativa. A esta altura de la evolución de las telecomunicaciones y de la transformación digital, no pareciera que hubiera otro camino para evolucionar hacia las nuevas generaciones.
Los costos de investigación, de desarrollo, de despliegue son cada vez más altos, y la colaboración se impone como el concepto para que no sólo se compartan costos y conocimientos sino también para que el efecto derrame sea más amplio sobre las sociedades en las que se plantean estas transformaciones. Y que, en América latina, urge implementar en beneficio de sus ciudadanos.
La revolución que promete 5G ya se palpa en Chile. Ahora resta esperar los movimientos que darán los operadores para anunciar la puesta en marcha efectiva de su primera antena 5G. Lo verdaderamente importante vendrá un poco después.
